De cómo me follaron seis chicos en una fiesta
Fecha: 05/01/2019,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... a la que todos se creían con licencia para intentar follársela. Se me empezaron a acercar más chicos de lo acostumbrado, pero yo sabía que lo que pretendían era acostarse conmigo lo más rápidamente posible. Una vez un miserable al que contesté de mala manera ante sus insinuaciones me soltó que quién me creía yo para hacerme la estrecha cuando todos sabían que me acostaba con tíos de diez en diez. Incluso mis amigas comenzaron a distanciarse poco a poco de mí, como quien no quiere la cosa, tal vez pensando que si andaban con una "zorra" alguien podría pensar que algo compartirían con ella. En esa situación me encontraba cuando un día se me acercó en la cafetería un chico del último curso al que no conocía y me dijo: "¿Eres Gloria, verdad? ¿Me permites que te pague el café?" Yo me puse en guardia pensando que sería otro cabrón que venía buscando lo mismo que todos, pero él me traquilizó enseguida. Me dijo que había escuchado los rumores que algunos difundían sobre mí, que no le importaba si era cierto o no pero que le parecía muy mal lo que me estaban haciendo, que entendía que debía estar pasando por un mal rato, que si quería un amigo con el que desahogarme podía contar con él, que hacía tiempo que se había fijado en mí, que le diera una oportunidad para conocerme y demostrarme que él no era como los demás y que no buscaba de mí lo mismo que los otros. Creo que fue allí mismo cuando comencé a enamorarme del que luego se convertiría en mi marido. El caso es que a su lado, con ...
... su amor y comprensión, pude rehacerme poco a poco de la humillación que sentía. Nos casamos unos años después y las circunstancias laborales nos llevaron a otra ciudad distinta de la nuestra. Eso fue un alivio para mí porque todavía es el día de hoy que no me siento a gusto paseando por aquella pequeña ciudad nuestra. Siempre tengo la incómoda sensación de que alguien me puede reconocer, de que puedo encontrame en cualquier sitio con alguno de los que me vieron desde la puerta en aquella situación y no digamos ya con alguno de los que me poseyeron de aquella manera. De hecho, hará un par de años, durante un viaje que hicimos para visitar a la familia, nos encontramos en un bar con mi antigua amiga Ana. Ella estaba en una mesa con otras cinco o seis personas y me saludó al reconocerme con una sonrisa y una leve inclinación de cabeza. Yo hice lo mismo y eso era más de lo que se merecía. Después no pude evitar mirar hacia su mesa con disimulo para ver que ella estaba hablando animadamente con los otros, señalándome, mientras todos me observaban fijamente. Pude ver en sus miradas, en sus sonrisillas, que les estaba contando la historia de "la viciosilla". Aparté la vista y no le dije nada a mi marido, para que no se sintiera tan mal como me sentía yo. Algunos se preguntarán por qué ahora rememoro por escrito y de forma pública, si bien desde el anonimato, esta historia que tanto daño me hizo. Con el riesgo añadido de que lo puedan leer algunos de los que tomaron parte directa o ...