Cambiador número dos
Fecha: 02/02/2019,
Categorías:
Masturbación
Confesiones
Autor: infrarrojo, Fuente: CuentoRelatos
... ellas hablan, por ejemplo de lo que hicieron el fin de semana, soy el único que queda al margen de las conversaciones. Es decir, siempre vamos en contramano. En fin, luego de tres o cuatro días del ingreso de Jimena, vine a confirmar algo que había previsto por meros indicios. Jimena era lesbiana... No me produjo nada especial este conocimiento, y de hecho en cuestión de días pude conocer Ana, la novia que tenía. Cabe decir que Ana estaba buenísima... Un gran culo, unas buenas tetas, y, sobre todo, cara de perra. Jesica, en cambio, tenía una belleza..., ¿cómo decirlo?, más bien modesta. Tenía una de esas gentiles bellezas que no necesitan perturbarse con las maneras de vestir... Si Jimena hubiese utilizado pantalones ajustados, por ejemplo, difícilmente eso habría colaborado para hacerla más deseable. Estoy seguro de que sus encantos tenían otros orígenes, posiblemente intelectuales. Y de otra cosa no me cabía la menor duda: si alguna de las dos cumplía rol activo, o era parte dominante, esa era Jesica. Ana, la novia, se veía más... “femenina”, por así decirlo. Se me ocurrió que podía intentar algo con Jimena, así que puse mi plan en marcha para ver si era “demasiado lesbiana” o se atrevía a jugar con un hombre... Entonces un día, sin pensármelo dos veces, dije: ―Tengo curiosidad... Espero que no te enojes. ―A ver... ―dijo Jimena, más bien curiosa. ―En tu relación.... ¿vos serías el hombre? Jimena distendió el gesto que guardaba su rostro. Miró hacia cada lado del negocio. ...
... Las chicas estaban atendiendo a unas personas que había entrado. ―Bueno... ―dijo pensativa―, no necesariamente. También me gusta recibir. Oír eso me sorprendió. ―¿Recibir? ―le pregunté riendo. ―Claro... Ya sabés... ―insinuó también riendo, y para mi asombro hizo un gesto lascivo aludiendo a su parte íntima. Ese día, a partir de este pequeño intercambio, supe que Jimena podía ser compinche y contarme, como mínimo, ciertas infidencias. Me animó esa conjetura, ciertamente. Pensé que podía encontrar en ella una persona con la cual atravesar los ratos de aburrimiento y calentarme, al menos conversando... Repito: no buscaba una mujer para coger; que Jimena fuese lesbiana, por tanto, me era indiferente. Al cabo de unos días hice un movimiento para nada planeado... No sé en qué estaba pensando, pero se me ocurrió mencionar aquello de las masturbaciones en lugares públicos. ―¿De qué hablas? ―preguntó sorprendida, mirando de reojo a las chicas que justo hablaban con la dueña del comercio. Estaban las tres mujeres a cierta distancia del mostrador que a nosotros nos separaba. Yo estaba de un lado, Jimena del otro. ―No pienses mal... ―le dije haciéndome el prudente―. Pero cuando miro videos de masturbaciones en lugares públicos... Eso..., no sé: ¡me calienta muchísimo! Para qué negarlo. Mi compañera por fin mostró algo de recato. ―Dios mío. ¡Qué cosas decís! Y en un acto reflejo se alejó mostrador, tal como si mi confidencia la hubiese sorprendido. Pensé que mi buena suerte había acabado. ...