El metro
Fecha: 22/02/2019,
Categorías:
Voyerismo
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... tremendo orgasmo por eso mismo. Pero yo quería más, no quería una simple masturbación, la quería para mí, quería fundirme con ella. En un momento la ropa de ambos desapareció, como por arte de magia, pude observar su monte de Venus finamente depilado, dejando un estrecho y bien definido triángulo de vello... olía, olía a sexo en el ascensor, nuestros olores se mezclaban. Acaricié su sensibilidad suavemente y se abrió para mí. Estaba muy húmeda y con el sexo inflamado. A pesar de que la acaricié con mucho cuidado gimió profundamente, estaba muy sensible. Nos masturbábamos mutuamente, yo la acariciaba los glúteos, los labios, mientras la besaba y ella me agarrabas el miembro, me acariciaba insistentemente el glande, moviendo la piel de mi pene no circuncidado arriba y abajo, haciéndome enloquecer de placer. Me atreví entonces a penetrarla con el dedo corazón, entraba tan suavemente que me decidí a meter también el anular. Los metía y los sacaba animado por sus gemidos. A la vez le acariciaba el clítoris con el pulgar. Estábamos totalmente disparados, ella me masturbabas intensamente y yo no podía parar. En ese momento en el que ambos estábamos previos al orgasmo ella se separó de mí. Estábamos totalmente congestionados, respirábamos con dificultad, el ascensor olía sexo y la temperatura debía haber subido unos diez grados. Nos miramos unos momentos, ella no quería correrse todavía. La acaricié la cara suavemente, las mejillas, los ojos, los labios. La agarré de la barbilla y ...
... la di un suave beso en los labios, casi casto, que contrastaba con la pasión de hacía unos instantes. Entonces ella puso sus manos en mis hombros y me sentó en el suelo, se colocó a horcajadas encima de mí y... la penetré. Sentía cómo sus músculos apretaban mi pene de forma increíble, nos movíamos muy lentamente, como cogiendo carrerilla, nos besábamos, nos acariciábamos, besaba sus pechos, lamía sus pezones, apretaba sus nalgas, las acariciaba, rozaba con mi pelvis su clítoris y ambos gemíamos y suspirábamos de forma creciente. Parecíamos un antiguo tren de vapor acelerando, cada vez más intenso, cada vez respirábamos más fuerte, gemíamos más alto, nuestros ahogados gritos dejaron de ser ahogados y en unos momentos estábamos moviéndonos a un ritmo endiablado. Chocábamos rápidamente, nos precipitábamos hacia el orgasmo a la vez. No mirábamos otra cosa que los ojos del otro desorbitados por el placer intenso que provocaba esta violenta cabalgada, hasta que por fin alcanzamos el clímax, la llené de amor, de sexo, de todo. Tremendo, violento, gritamos, nos estremecimos y nos abrazamos tan fuerte como pudimos. Cuando logramos calmar nuestros temblores nos besamos largamente, con dulzura, con ternura. Estuvimos así abrazados una media hora, acariciándonos, descansando y esperando recuperar fuerzas, pues no nos podíamos ni levantar ya que las piernas no nos respondían. Nos vestimos y salimos a la calle, ya casi amanecía. Nos montamos en el primer metro de la mañana, agarrados del ...