1. LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ


    Fecha: 07/03/2019, Categorías: Sexo en Grupo Sexo Duro Voyerismo Autor: reininblack, Fuente: xHamster

    ... funda de ella, ajustada como unguante.Siguió entonces una lucha que ninguna pulga sería capaz de describir. Gemidos dedicha y de sensaciones de arrobo escaparon de sus labios babeantes. Empujó y se inclinóhacia adelante con los ojos extraviados y los labios entreabiertos, e incapaz de impedir larápida consumación de su libidinoso placer, aquel hombrón entregó su alma, y con ella untorrente de fluido seminal que, disparado con fuerza hacia adentro, bañó la matriz de supropia hija.De todo ello fue testigo Ambrosio, que se escondió para presenciar el lujuriosodrama, mientras Montse Fernández, al otro lado de la cortina, estaba lista para impedir cualquiercomunicación hablada de parte de su joven visitante.Esta precaución fue, empero, completamente innecesaria, ya que Julia, lo bastanterecobrada de los efectos del narcótico para poder sentir el dolor, se había desmayado.Capítulo XITAN PRONTO COMO HUBO ACABADO EL COMBATE, y el vencedor,levantándose del tembloroso cuerpo de la muchacha, Comenzó a recobrarse del éxtasisprovocado por tan delicioso encuentro, se corrió repentinamente la cortina, y apareció lapropia Montse Fernández detrás de la misma.Si de repente una bala de cañón hubiera pasado junto al atónito señor Delmont, no lehabría causado ni la mitad de la consternación que sintió cuando, sin dar completo créditoa sus ojos, se quedó boquiabierto contemplando, alternativamente, el cuerpo postrado de suvíctima y la aparición de la que creía que acababa de poseer.Montse ...
    ... Fernández, cuyo encantador “negligée” destacaba a la perfección sus juveniles encantos,aparentó estar igualmente estupefacta, pero, simulando haberse recuperado, dio un pasoatrás con una perfectamente bien estudiada expresión de alarma.—¿Qué... qué es todo esto? —preguntó Delmont, cuyo estado de agitación le impidióincluso advertir que todavía no había puesto orden en su ropa, y que aún colgaba entre suspiernas el muy importante instrumento con el que acababa de dar satisfacción a susimpulsos sexuales, todavía abotagado y goteante, plenamente expuesto entre sus piernas.—¡Cielos! ¿Será posible que haya cometido yo un error tan espantoso? —exclamóMontse Fernández, echando miradas furtivas a lo que constituía una atractiva invitación.—Por piedad, dime de qué error se trata, y quién está ahí 83 de 107—clamó el tembloroso violador, señalando mientras hablaba la desnuda personarecostada frente a él.—¡Oh, retírese! ¡Váyase! —gritó Montse Fernández, dirigiéndose rápidamente hacia la muertaseguida por el señor Delmont, ansioso de que se le explicara el misterio.Montse Fernández se encaminó a un tocador adjunto, cerró la puerta, asegurándola bien, y se dejócaer sobre un lujoso diván, de manera que quedaran a la vista sus encantos, al mismotiempo que simulaba estar tan sobrecogida de horror, que no se daba cuenta de laindecencia de su postura.—¡Oh! ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho? —sollozaba, con el rostro escondido entresus manos, aparentemente angustiada.Una terrible sospecha cruzó como rayo por ...
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