Repetimos?
Fecha: 22/04/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... y a lo loco”–, tienen que tener un motorcito... Afortunadamente, Olga y Verónica viván cerca y mi tortura hormonal no se prolongó demasiado. Era un chalet de una sola planta, muy cuco. Parece que profesionalmente, Olga estaba tan bien como en el plano físico-personal. Acosté a Verónica que se quedó como un cesto antes de que yo pudiera contarle lo del rey que tenía tres hijas por decimocuarta vez consecutiva. Alá es grande y misericordioso, qué peste de cría oye, el aguante que tienen a esa edad. Había visto la cocina al pasar hacia el dormitorio de la niña y hacia allí me encaminé, pues había oído a Olga trastear con algo que sonó a platos de lavavajillas. Ella estaba de espaldas, exprimiendo unas naranjas. Durante un breve instante, pensé en deslizar mis manos por su cuerpo sin pedir permiso. Pero nunca he sido un presuntuoso. Y me he llevado más de una bofetada. – ¿Zumo? –me preguntó ella al descubrirme en el reflejo de la ventana. – Por favor. Los que esperaban que me ofreciera un güisquicito, que levanten la mano. Pues el zumo de naranja es bien sano, aunque desconozco sus efectos afrodisíacos. Y no me gusta el whisky. La verdad es que después del episodio del cuento las aguas habían vuelto a su cauce, y el Winston a su posición habitual, no sé si captáis el hábil eufemismo. Me condujo al salón de la casa, por cuya cristalera entraba un solecito rico, rico. Olga se desperezó en el sofá sonriendo. – Con éste calor que hace, no dan ganas nada más que de tumbarme en el ...
... sofá y dormir un ratito. – Pues hazlo, yo no te lo impediré. – ¿Tú no quieres dormir la siesta? – Pues la verdad es que no es lo que más me apetece –toma, Moreno. En realidad no lo dije tan convencido, sino que me debí de trabucar una o dos veces a mitad de la frase. En cualquier caso, hizo el efecto pretendido. – ¿Y qué es lo que quieres? – Pues en éstos momentos, nada me apetecería más que borrar esa expresión de suficiencia de tu cara –contesté. Ha llegado el momento de sostener la mirada. – Vaya –dijo. Quizá detecté sorpresa en sus ojos por mi arranque de rebeldía. No sé, no me lo tengo tan creído. Puede que estuviera ya bastante excitada y le apetecía que el juego pasara a las manos. – Ven aquí y demuéstramelo. Despacio, relajando los movimientos, deposité el vaso en la mesa. Sin decir nada crucé el salón hacia el sofá y me situé detrás de ella. Lentamente, muy, muy lentamente acerqué mis labios a la parte posterior de su cuello. Rocé el vello con mi boca y soplé sobre él. A Olga se le puso la carne de gallina. Diría que hasta cerró los ojos y sonrió, pero yo no podía verlo. Descubrí su cuerpo con menos lentitud de lo que requerían las circunstancias, pero estaba realmente excitado. Besé su cuello, sus hombros, su vientre en una espiral que me acercaba implacablemente hacia la fruta que se enterraba en su ingle. Sopesé sus pechos, firmes y redondeados, un poco grandes. Sus manos se perdieron en mi espalda, en mi culo, mi vientre, mi pecho. La volteé sobre el sofá, elevando ...