Tormenta de verano (1ª parte)
Fecha: 17/06/2019,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: amanuense, Fuente: xHamster
... solo al ser cruzado por sonrisas como la que entonces lucía, adquiría una luz especial. Su cuerpo también era bastante usual. Piernas cortas, caderas anchas, su cintura no era la de un maniquí, pero tampoco pudiera decirse que era gruesa. Una mujer normal y corriente, con sus marcas en la cara, con sus ojeras, con sus curvas, con… con unos pechos algo caídos y redondeados en los que yo nunca había pensado hasta que esa noche la tenía sentada frente a mí, confesándome sin confesar sus sueños húmedos, y de los que yo no podía de repente apartar la vista pues el calor y el sudor de aquella noche de verano pegaban el camisón a su cuerpo marcándole los pezones.Aunque mi cerebro exigiese otra cosa, mis ojos se habían vuelto de golpe unos librepensadores, y no conseguía apartar la mirada de ese montículo que se insinuaba bajo la ropa. Durante unos instantes ella no reparó en qué centraba mi mirada, y cuando por fin lo hizo, ni se tapó, ni se levantó, ni siquiera me miró con mala cara. Tan sólo, como quien se aparta el pelo de la cara, pinzó el camisón con sus dedos, lo separó de su piel, y volvió a dejarlo caer en unas milésimas que ante mis ojos parecieron pasar a cámara lenta. Y entonces fue peor, porque ya no era uno, sino los dos pezones los que se marcaron en su ropa. Y aunque yo tratara de no mirar, siempre un vistazo ligero y furtivo se me escapaba, y eso era suficiente para que comenzara a sentir un ligero cosquilleo en mi entrepierna. Ella mirando las musarañas, y yo ...
... tratando de vencer la atracción gravitatoria que ejercía sobre mi cuello su presencia, permanecimos un rato en silencio.- Carlos, cielo, ¿me servirías un poco más de agua?, por favor- dijo de pronto. Yo me levanté como un resorte. – Por supuesto- le contesté. Pasé a su lado intentando no fijarme en lo único que me podía fijar, y al hacerlo sentí su mirada clavándose en mí, y una mueca parecida a una sonrisa se dibujó en sus labios al ver lo que esa conversación de mad**gada estaba comenzando a despertar bajo mi calzoncillo. Llené de nuevo los dos vasos y los dejé sobre la mesa. – Gracias, cielo- usaba esa coletilla a todas horas y con todo el mundo, así que no me lo tomé como un cumplido personal- Siempre tan educado, quizás debería contarte lo de ese sueño…- dejó caer. Y sólo la posibilidad de que aquello ocurriera, desató en mí tal nerviosismo que no acertaba a cerrar la botella hasta que el tapón acabó cayéndoseme de las manos. Evité la tentación de mirar sus piernas al recogerlo, pero luego no podía apartar la mirada del piso. Miraba mis pies desnudos sobre el frío suelo cerámico, pero por más frío que estuviera, yo seguía teniendo mucho calor. Saber de su sola presencia a apenas metro y medio hacía que mi temperatura aumentase sin cesar. Permanecimos sin mirarnos, en un silencio que no era más incómodo que las pocas frases que habíamos intercambiado hasta entonces. Se incorporó, dejó las tazas en la fregadera, y pensé que al salir por esa puerta, todo habría acabado. Pero ...