1. Yago (VII): Una tentación irresistible


    Fecha: 08/11/2017, Categorías: Gays Grandes Relatos, Autor: dont343, Fuente: CuentoRelatos

    Después de cenar con los demás criados, Gabriel sintió la necesidad de asomarse al gran salón. La curiosidad le podía. Y el Marqués, que buscaba al capitán mirando de un lado a otro, lo vio apoyado en una columna mirando como terminaba el rondó. Aprovechó que sus miradas se cruzaban para, con un gesto de la mano, indicarle que se acercara. - ¡Gabriel!, ¿has visto al capitán Salazar? - ¡No!, excelencia. Pero, si lo deseáis, yo podría buscarle. - ¡No!, mejor vamos a hacer otra cosa. Lo único que necesito, por ahora, es que subas a mi alcoba y le digas al sargento Díez, que ya puede dejar que sus hombres vuelvan al cuerpo de guardia. Pero, eso si, luego deberás ingeniártelas para que se quede contigo en mi alcoba hasta que yo llegue, ¿me entiendes? - ¡Si!, excelencia. Gabriel subió hasta la alcoba, y puso al sargento al tanto de la situación. Pero, cuando se disponía a bajar al cuerpo de guardia con sus hombres, el cabo llamó su atención tirándole de la manga de la casaca. Y el sargento, enseguida entendió que quería hablar con él, a solas. - ¡Tu dirás, cabo! - ¡Mi sargento! Y miró a los soldados; que empezaban a bajar la escalera mientras empujaba la puerta de la alcoba del Marqués... - La alcoba está vacía, mi sargento. ¿No creéis que podríamos aprovechar este momento?; y le guiñó un ojo… El sargento, que no podía evitar sentirse atraído por él, lo miró perplejo… - ¡Vamos a pasarlo bien!, mi sargento; y se dio la vuelta, colándose dentro de la alcoba… El sargento, no ...
    ... terminaba de decidirse. Pero, terminó siguiéndole. - ¡Me gustáis mucho!, sargento. Y lo sabéis... El sargento dejó su fusil apoyado sobre el respaldo de un sillón, y se quitó la casaca. Era un hombre extraordinariamente sexy. - ¿No os gustaría, que siguiéramos con lo que dejamos pendiente?. - Díez, se acercó y le echó mano al culo - Nunca había visto uno como este, cabo. Y, ¡si!... ¡me gustaría mucho! Gabriel, bajó la mirada y la fijó en su entrepierna... - ¡Que buen pedazo! - ¿Os parece? Le metió la mano dentro del calzón para palparla; y después, levantando la mirada se relamió, sin dejar de mirarle a los ojos. Y arrodillándose, le bajó los calzones, y se la agarró para chupársela con verdadera ansia. El sargento, miraba al techo, con los ojos cerrados; poniendo toda su atención, en la agradable sensación que le proporcionaba la boca del cabo. - ¡Mmmmm!… ¡seguid, cabo!, ¡seguid!... Gabriel, le estaba dando una mamaba de las buenas; y mientras, le pasaba la mano entre las nalgas y disfrutaba de esas formas y volúmenes... … y de la dureza de esos músculos tapizados de suave bello bordeando la cálida hendidura, que le incitaban a hurgarle con vehemencia en el ojete. Pero, el Marqués, que acababa de llegar, y había entrado en la alcoba con mucho sigilo; al ver ese culo, manoseado con tanto atrevimiento y desvergüenza, no pudo evitar exclamar: - ¡Vaya!, ya veo que en este castillo nadie se priva de nada. El sargento se movió bruscamente y empujó al cabo; tirándole al suelo. Y dándose la ...
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