1. La borreguita


    Fecha: 19/08/2019, Categorías: Confesiones Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    Me llamo Andrés, tengo 30 años y soy carpintero gracias al legado de mi padre. Los que lo conocieron dicen que fue un gran artesano de la madera, además de otras razones por las que enaltecían su recuerdo. No llegué a conocerlo porque abandonó a mi madre y a mis hermanos cuando apenas yo tenía 2 meses de vida. Al parecer fue su elección sabiendo que no podía salir del infierno turbio aquel del alcohol, para no condenar a su familia a la perdición. Supe que murió hace 3 años, solo y pobre. También me enteré que había tenido varios hijos. No tuve ni un sentimiento de compasión hacia él. No derramé una sola lágrima cuando un amigo me anotició de todo. Casualmente por esos días conocí a Natalia, una chica encantadora, de mal genio pero dispuesta a sonreír con mis pavadas. Fue en una peña folklórica. Ella acompañaba a una amiga que integraba un grupo de danzas, y me fue imposible no distraerme cuando vi su cola preciosa mientras caminaba entre la gente. Lo segundo que escudriñé fueron sus ojos celestes, su pelo lacio en una trenza y su sonrisa cuando le ofrecí un vaso de vino. Dijo que tenía 19, y que si su madre la veía alegrona la castigaría. Me disculpé, pero ella tomó el vaso junto con mi mano y se bebió en 5 o 6 tragos todo el vino, mezclado con los escalofríos que me regalaba su tacto delicado. Enseguida se le pusieron los cachetes colorados, y en solo unos minutos ya estábamos en el patio, pegado al salón repleto de gente coreando chacareras y cuecas. Allí se oía ...
    ... amortiguado un murmullo, que se apagó de inmediato cuando nuestros labios se encontraron, nuestras lenguas se enroscaban y nuestros dedos tallaban figuras indescriptibles por las espaldas de dos cuerpos estremecidos. Yo no reparé en que mis manos buscaban mayor frenesí bajo su bombacha, justo sobre sus nalgas tersas y abundantes. Lo noté cuando ella me dio una cachetada diciendo bajito: ¡sos un desubicado tarado, mejor me voy adentro! Pero no la dejé ir, y ella no se negó a seguir comiéndonos a besos y chupones ripiosos. Esa noche no la vi marcharse después de que le pregunté a otra chica por ella. Pero a la semana siguiente me la encontré en otra peña. Allí, desde que nos reconocimos con las miradas, no nos despegamos ni un segundo. Esa vez le ofrecí acompañarla a su casa. Ella no se mostró tan entusiasmada con eso, aunque se subió a mi auto con los ojitos más brillosos que antes. Ahí nos re comimos la boca y el cuello, y el viaje duró el doble del trayecto hasta su casa. Me sentía un ganador, y no quería dejarla ir. A la semana nos pusimos de novios. Ella se vino a vivir conmigo y trabajaba en una despensa que yo atendía por la mañana. De esa forma yo tenía más tiempo para dedicarme a la carpintería. Pasaron muchos días hasta que conocí a su familia. Su padre había muerto. El tipo tuvo una conducta militar intachable, y como inspirados en él, sus 2 hermanos mayores siguieron su ejemplo. Ambos son policías. Y una hermana que se fue del país, Diego, Ezequiel y Gabriela. La madre es una ...
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