Eduardo llegó a mi vida cuando yo tenía siete años.
Fecha: 11/11/2017,
Categorías:
Gays
Autor: sweet.ciro, Fuente: SexoSinTabues
... Comenzó a crecer y ponerse duro su miembro, yo no dejaba de tocarlo, era pura fuerza, algo que yo no conocía en mi mano. Entonces se movió, algo cauteloso y se rió de nuevo, iluminando mi mundo. Ciruela, me dijo, sígueme. . . ya nos vamos. Yo no quería irme, quería seguir pegado a él, seguir tocándolo, y algo nuevo: quería que me tocara, como cuando estuvimos en las regaderas. En las regaderas otra vez, ya no sucedió nada interesante. Todo se hizo rápido, nos enjuagamos, cada quien se lavó y se secó el cuerpo. La tristeza me invadió porque pensé que se había enojado conmigo por haberlo tocado. No debí hacerlo, me decía a mí mismo. Pero al salir de las instalaciones deportivas, Eduardo me tomó de la mano y me dijo: ciruela, no te pongas triste. Yo estoy muy contento. Ahora sé que te gusto y que podemos jugar solos como nadie más lo hace. Pero no podemos hacerlo aquí, debe ser nuestro secreto. Si, le contesté, que sea nuestro secreto. ¿Me volverás a traer a la alberca? pregunté. Siempre que quieras y que te den permiso. Pero ahora que todavía es temprano, te quiero invitar a mi casa, porque tu mamá me dijo que iría al supermercado y se va a tardar unas horas más. Así que te dejó encargado conmigo. ¿Quieres ir conmigo? Él, con sólo ver cómo me cambió el rostro se dio cuenta de mi respuesta. Él lo sabía todo. . . leía mi mente. Me puse feliz, y comencé a caminar más rápido. Él se reía y me frenaba sin soltarme de la mano. Ahí estaba yo, un niño flaquito de siete años, de ...
... primaria, con un amigo grande, poderoso, casi un dios, tomados de la mano y rumbo a su paraíso privado. Cuando llegamos a su casa no había nadie. Eduardo me ofreció una malteada y la preparó en un instante. De chocolate, y él se preparó otra igual. Ven, me dijo. Mira, este es el cuarto de mis papás; esta es la habitación de mi hermana, y esta es la mía. Entramos. Todo era silencio y estaba un poco oscuro, pues las cortinas estaban a medio cerrar. ¿Te gustó ir conmigo a la alberca, ciruela? me preguntó. Mucho, mucho, le dije. Quiero ir todos los días. Él volvió a sonreír, y con su risa yo me volví transparente, como de agua. Me derrotaba con su risa y a la vez me hacía sentirme especial. ¿Qué te gustó más el día de hoy? porque podríamos tratar de repetir, si es posible, me dijo. Me gustó cuando me bañaste, le dije, tenía mucho calor y el agua me refrescó, y además me pusiste champú en todo el cuerpo y. . . (en este momento me ardía todo de nuevo, las tetillas, la piel. . . hasta los labios) me gusta cómo me miras y me tocas, cómo mueves los dedos aquí atrás. . . y me gustó tocarte el pipí bajo el agua en la alberca. . . y cómo crece. . . Eduardo me preguntó que si quería que hiciéramos de nuevo lo mismo, pero sin bañarnos y sin estar en la alberca. ¿Cómo? dije, pero de alguna manera ya sabía la respuesta. Así que comenzó a quitarme la ropa otra vez, pero ahora no reía tanto, sino que respiraba más rápido, sus movimientos eran menos suaves. Yo también estaba impaciente y colaboré para ...