1. El infierno de Rosita


    Fecha: 22/11/2017, Categorías: No Consentido Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... ella, mientras Rosa seguía fregando, y ponía mucho detergente sobre la esponja. — Que linda es tu mucamita Marianito. — Dijo uno de los chicos y le acarició las nalgas. — SÍ, y es una negrita muy obediente. Y entonces tres manos se metieron por debajo del vestido y le manoseaban las piernas y el culo. Ella seguía lavando, como si nada, pero un mordisco en el glúteo la hizo dar un salto. Se dio vuelta. Era el de rulos que estaba arrodillado con la cara cerca de su culo. Las marcas de los dientes quedaron grabadas en el vestido azul. El de pelo corto metió mano muy adentro y le sacó la bombacha. El de rulos aprovechó, le levantó el vestido y le dio otro mordisco, esta vez sobre la piel desnuda. — Los hombres sólo quieren cogerme. — dijo ella, más para sí misma que para ellos. Se la llevaron al cuarto de Mariano. La desnudaron, la pusieron en cuatro sobre la cama, y se turnaron para cogérsela. Nunca la habían cogido durante tanto tiempo, ni habían acabado tantas veces sobre ella. No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, pero el sol ya se estaba ocultando cuando terminaron. Los señores llegarían tarde ese día, Rosa recordó eso mientras los tres veinteañeros la violaban sobre la cama del joven patrón. Sus piernas se entumecieron porque estuvo mucho tiempo en la posición favorita de los ultrajadores, recibiendo los pijazos en el culo, los lechazos en la boca, y los insultos en el oído. Disfrutaban rebajándola, diciéndole negrita puta, perrita calentona, formoseña regalada, ...
    ... puerca tragaleche. Cuando se cansaron de cogerla no había lugar en ella que no estuviese pegajoso por el semen que se deslizó por la piel, y mucha wasca blanca todavía estaba pegada a su cuerpo oscuro. Se fue, con las piernas temblorosas, a bañarse y luego intentó terminar con sus tareas domésticas, aunque claro, no pudo hacerlo. *** Al otro día, por la tarde, fue llamada por don Eduardo. La esperaba en un cuarto de la planta baja que usaba como oficina. Rosa pensaba que por primera vez iba a recibir una reprimenda de su patrón. El día anterior, estaba muy cansada después de haber sido poseída por los tres jóvenes, por lo que no pudo terminar gran parte de su trabajo. — Rosita, dejame decir que estoy muy decepcionado de vos. — el patrón estaba sentado en un sillón detrás de un escritorio antiguo. Ella estaba en una de las dos sillas que estaban del otro lado del escritorio. — La verdad que en estos años que llevás acá, te ganaste nuestra confianza y nunca me hubiese imaginado que nos ibas a hacer algo como esto. Don Eduardo estaba serio. Rosa nunca lo había visto así. Siempre tenía dibujada una sonrisa detrás del montón de barba canosa, pero ahora se lo veía extremadamente serio. —Pero patrón, yo le explico…— quiso excusarse ella, pero fue interrumpida por él, que la hacía callar con un gesto de manos. — Dejame terminar. — le dijo, clavándole una mirada gélida. — vos viniste de Formosa en busca de trabajo, y nosotros te recibimos sin tener si quiera una referencia tuya ¿y cómo ...
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