1. ¡Mi hermana, mi mujer, ufff!


    Fecha: 10/09/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... estaban cubiertos de malas hiervas. Por lo que había oído decir eran casas de hijos, de nietos de lugareños que habían prosperado y habían decidido hacerse un hogar para el verano junto al origen de sus ancestros. La mañana era fresca y apetecía andar; llegué hasta casi el borde del pueblo y luego comencé a rodearlo. Donde terminaban las casas, las laderas comenzaban a empinarse y vides y árboles frutales sustituían a la piedra y el ladrillo, trepando suavemente, guiados por cercas de madera vieja, por pequeños caminos de tierra. Tuve el impulso de tomar uno de ellos y perderme por unas horas antes de que el calor volviera a llenarlo todo y sentirme de nuevo cansado. Sin embargo, di la vuelta y me encaminé de nuevo a casa. Al volver había más gente en la calle y me encontré con algunas señoras mayores que me saludaban por mi nombre. Yo, sin embargo, incapaz de recordar el de ellas les devolvía el saludo con toda la amabilidad de la que era capaz. Cuando entré en por la puerta, mi madre ya estaba preparando el desayuno. En el salón mi hermana estaba sentada en un pequeño sillón pintándose las uñas, parecía haber acabado con las de las manos hacía un momento y empezaba en ese momento con las de los pies. Llevaba una falda muy corta y una camiseta holgada de tirantes. Estaba inclinada sobre su rodilla, terriblemente concentrada pero se dio cuenta de mi presencia enseguida. Hola hermanito. Hola, ¿qué haces? Pues pintándome las uñas de los pies, ¿no lo ves? ¡Qué coqueta eres! ...
    ... Ana se rió. ¿Por quéeee? A veces era como una niña, con una sonrisa pícara; entonces el paso del tiempo, las pequeñas arruguitas de expresión que comenzaban a aparecer en su rostro, se borraban como por ensalmo y se convertía en la adolescente de catorce años que un verano hace un millón de años hizo pedazos la crisálida de la niñez, y apareció inesperadamente como una mujer, para poblar mis sueños más húmedos a partir de entonces,. El caso es que siempre me dejo, trozos sin pintar, ¡qué desastre!, ¿ves?-(se reía de nuevo)-o me las arreglan en el salón de belleza o me quedan hechas una pena. ¿Por qué no habrá término medio en la vida? No te rías. No me río, tonta. Anda trae, yo te las pinto, al fin y al cabo soy un profesional. Ana me miró con una expresión rara; pareció querer rechazar mi oferta pero se contuvo. Le quité de las manos el esmalte de uñas y empecé a mojar el pincel en el pequeño frasco. La pintura era untuosa, de un rojo brillante, la removí silenciosamente mientras la imaginaba sobre las uñas de mi hermana. Ana estaba silenciosa y yo notaba una cierta tensión en su cuerpo. Sin mirarla me agaché y me puse de rodillas delante de sus pies. Sentía la necesidad de distraerla, de aliviar un poco la situación: No creas, más de una vez he pensado que sería mejor dedicarme a pintar uñas de los pies y de las manos a mujeres que pintar sobre lienzos, que mi trabajo sería más práctico y más apreciado. Gloria, que sabes que cada vez le gusta menos lo que hago, dice que no ...
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