¡Mi hermana, mi mujer, ufff!
Fecha: 10/09/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... tengo talento ni siquiera para eso, para pintar uñas. Eso es una tontería, tú tienes un talento enorme, eres un genio. No pude evitar sonrojarme. Es verdad, pintas de miedo, y no hagas caso de tu mujer, sólo lo hace para fastidiarte.- (se rió de nuevo nerviosa)- ¡Ya verás que bien me las dejas! Bien, al menos de momento la situación estaba más relajada. Cogí uno de sus pies y lo coloqué en mi regazo. Ella movió las caderas para que sus piernas quedaran bien juntas; llevaba un vestido muy cortito y se la veía incómoda por mi posición. Me cuidé mucho de que mi vista no subiera más allá de sus tobillos pero no dejaba de preguntarme si llevaría puestas el mismo tipo de braguitas con las que la había visto ayer a la hora de la siesta, y también el día anterior. Su piel estaba suave, se notaba que se había dado crema en los pies unos momentos antes. Olían a perfume. Tenía tan sólo pintada la uña del dedo gordo y efectivamente los resultados dejaban que desear, parte de ella estaba sin pintura y en otras zonas el esmalte había manchado la piel. Comencé a extender el pequeño pincel para corregir los daños. El esmalte se deslizaba suavemente por la uña en una capa gruesa y brillante, era un placer sentir la suavidad con la que la pintura cubría de color rojo intenso toda la minúscula zona que sin embargo se me antojaba misteriosamente interminable. Me cuidé de no rebasar los límites en el acabado para lo cual introduje los dedos de mi mano izquierda, que sostenía la planta de su pie ...
... por entre sus dedos separándolos. Al hacerlo fue como si una nueva ola de esa crema perfumada me alcanzara de nuevo. Sonreí. ¿Qué pasa?- ella evidentemente no dejaba de mirarme. Nada, hermanita, es que me doy cuenta de que nunca había sido tan detallista. ¿No le has pintado nunca las uñas de los pies a tu mujer? Nunca. Ana se calló pero yo no alcé la vista. Sabía que ver sus muslos e imaginar su entrepierna desde esta posición me haría perder los papeles. Así que ya sabes, estás en manos de un primerizo. Ella no contestó. Sentí como su pie se volvía rígido así que lo manipulé con extremada suavidad pero de manera intencionadamente impersonal. Aislé con mi mano su siguiente dedo y repetí la operación, así uno tras otro. A medida que iba avanzando las uñas, cada vez más pequeñas dejaban poco margen para las pinceladas largas y menos para el error. La del dedo meñique era una pequeña miniatura que pinté casi de un trazo mientras mi mano izquierda intentaba guardar en la memoria el tacto de su piel. Sentí como si el tiempo se detuviera un momento ayudado por el silencio sepulcral de Ana y por mi dedicación de artesano. Tenía ganas de abandonar la comedia y llevarme a la boca alguno de esos deditos sólo como aperitivo de mi hermana y entonces elevé ligeramente la vista. Por encima de sus rodillas, sus muslos se ensanchaban anunciando la redondez de su culo, la inmensidad de sus caderas, estaban tan apretados el uno contra el otro que parecía que en cualquier momento comenzarían a ...