1. ¡Mi hermana, mi mujer, ufff!


    Fecha: 10/09/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... saltar chispas de su unión. Mi mirada debió de ser más larga de lo previsto porque la mano de Ana en un gesto rápido pareció querer estirar la minúscula falda hacia abajo para taparse, en un gesto obviamente inútil. Noté en su pie como la tensión aumentaba y los pequeños dedos se volvían más rígidos pero yo era incapaz, de veras, incapaz de apartar la vista de ella. De repente, el instante se quebró en mil pedazos. ¡Vaya, estáis aquí! Tan calladitos. Gloria acababa de entrar en la habitación, ni Ana ni yo habíamos advertido su cercanía. Quizás ella estaba tan absorta como yo, pero pronto volvió a la realidad, dio un respingo y me retiró con brusquedad. Vaya, estabas dejando que el chapuzas te pintara las uñas. Tienes valor, cuñadita. Pero seguid, no os cortéis. Ya hemos acabado- Ana se incorporó y me miró incómoda. Estaba totalmente colorada-. Había pensado en preparar la comida para irnos de excursión, una tortilla, una ensalada.... Iba a pelar las cosas. Te ayudo, hija, aunque a los míos va a ser difícil hacerles tragar con verdura. Ana se puso las sandalias deprisa y ambas salieron del salón en dirección a la cocina. Me insistieron para que me fuera con ellas de excursión, pero les dije que no me apetecía pasar calor, llenarme de insectos, perseguir a los niños bajo el sol… Me llamaron egoísta y se fueron. Pasaron toda la mañana fuera y al volver, Ana metió a los niños en la cama directamente y no volvió a bajar. Un cuarto de hora más tarde, Gloria subió las escaleras y ...
    ... yo me quedé con mi madre. Pero aquel día ella no podía dormirse, el ajetreo de la mañana había excitado la irritabilidad de su reúma. Ella seguía llamándolo así aún sabiendo que era artrosis. Seguía hablando, relataba los pormenores de la mañana, recordando a papá, no directamente sino a través de escenas vividas por los dos, en donde la sombra de él siempre estaba presente. Yo tenía mi cabeza en la habitación de arriba, mis ojos en el reloj de pared donde el minutero se deslizaba veloz a través de números y cuadrantes, girando como un loco sobre sí mismo. No podía más. Mamá, subo un momento a recoger una cosa. ¿A dónde? Las vas a despertar. No, no entro en la habitación, voy al armario del pasillo, creo que he dejado allí dos bocetos que he pintado esta mañana en un descanso de lo de las puertas. Vale, hijo, pero no hagas ruido. Subí arriba enseguida, giré a la izquierda buscando la rendija de luz de nuestra habitación dibujarse sobre el pasillo, pero el suelo era una sombra contínua, perfecta. Me acerqué. Efectivamente la puerta de la habitación estaba cerrada. Sentí como la angustia crecía en mi interior y pegué el oído a la madera, a la cerradura. Inútil, no se oía nada. Tuve que bajar de nuevo. ¿Los encontraste? No, mamá, no sé dónde los habré dejado ¡Ay, hijo, mío, dónde tendrás siempre la cabeza! Me senté de nuevo y con paciencia volví a oír historias del pasado mientras mi presente se desarrollaba arriba. El reloj, ahora, misteriosamente, apenas se movía. Horas más ...
«12...181920...37»