¡Mi hermana, mi mujer, ufff!
Fecha: 10/09/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... tarde ambas mujeres bajaron relajadas y tranquilas, Ana se estiraba, perezosa, y me sonreía. Gloria se sentaba directamente en el brazo del sofá de mi madre y jugaba a peinarle el cabello. Poco más tarde aparecieron los niños y la escena se desplazó al patio. Mi madre comentó que en una par de días abrirían la prometida piscina municipal y los pequeños se volvieron entonces incontrolables. Yo volvía al trabajo de las puertas, una ya estaba prácticamente terminada pero podría haber ido más deprisa si mi cabeza no pensara constantemente en otras cosas. Desde la lejanía veía a mi hermana y mi cuñada cuchichear y reírse juntas, y me preguntaba por qué habían cerrado la puerta. ¿Sospecharían algo? El resto del día transcurrió de manera anodina. Para mí había estado marcado por la espera y la incertidumbre. Estaba agotado, y deseaba a Gloria más que nunca, pero al acostarnos se repitió la escena del día anterior. Mi mujer me acarició el pelo y me miró con ojos cansados, parecía tener sueño. Estoy reventada, ¿dormimos?- No llegó siquiera a esperar mi respuesta, se tumbó despacio, de costado dando la espalda a mi lado de la cama-. Apaga enseguida la luz, cielo, o me desvelaré. Los días siguientes transcurrieron de manera semejante. La puerta estaba siempre cerrada a la hora de la siesta, Ana y Gloria recuperaban a marchas forzadas su complicidad, estaban casi siempre juntas, charlando, paseando, dando de merendar a los niños, preparando algunas de las comidas. Yo las oía o las ...
... contemplaba mientras mi cuerpo y mis herramientas se desplazaban de una parte a otra de la casa intentando reparar bisagras deshechas, metales oxidados, maderas deformadas. Cuando trataban algún tema que para ellas era especialmente delicado se hablaban al oído, se miraban y acababan riendo. Al menos Ana parecía estar recuperando parte de su alegría. Sin embargo me daba la sensación de que yo iba, poco a poco, quedando excluido de su juego. Me ofrecí a llevarles una mañana a la ciudad más cercana donde se habían propuesto hacer una pequeña excursión de compras. Pero Gloria desechó enseguida mi oferta. Te aburrirías una barbaridad, cielo, con dos mujeres de tienda en tienda. No te queremos tan mal. ¿Verdad? Pobrecito. Aquel día me puse bastante triste viendo como se alejaban en el coche sin necesitarme para nada, pero así estaban las cosas. Pronto llegó el día en el que empezaban oficialmente las fiestas del pueblo. Las calles se habían llenado de guirnaldas, de tendidos de luz de los que colgaban pequeños farolillos que se iluminarían por la noche. Un par de camiones habían ocupado dos noches antes el espacio del descampado grande, casi a las afueras, al final de la calle mayor. Desde entonces, de sus entrañas no habían parado de salir todo tipo de personas llevando cajas, arrastrando maquinaria en un ritmo frenético. Para la tarde después del pregón de apertura se anunciaba una pequeña feria y también fuegos artificiales a las doce de la noche. Aquella misma mañana abrieron la ...