¡Mi hermana, mi mujer, ufff!
Fecha: 10/09/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... siendo sustituidas por el roce mucho más suave de sus pechos. Noté como sus dedos se juntaban con los míos y como saltaba el resorte de las esposas. Al fin era libre. Acaricié su culo, su cabello, ella movió las caderas y frotó la vulva contra mi verga, en movimientos circulares sin despegar su boca de la mía. Sentí un calor intenso y una presión en mi pene que sin embargo no pudo materializarse en nada. Al cabo de unos segundos ella se despegó de mí y elevó sus caderas para comprobar la ausencia de erección. Ya te lo dije, manso como un corderito. Ambas se rieron. Ana no pudo evitarlo aunque quiso hacerlo tapándose la boca. Yo estaba furioso. En un primer momento quise golpearla pero me contuve. Me la quité de encima con violencia y su cuerpo cayó hacia atrás, arrastrando al de Gloria al suelo. Salí de la habitación por el baño y entré en la de mi hermana, echando el cierre, tanto en esa puerta como en la del pasillo. Me sentía humillado por lo de hacía un momento, por el jueguecito entre las dos, por la facilidad con la que mi hermana se había dejado follar por ese cabrón, dejándome a un lado. Sentía que todos se habían reido un poco de mí. Desde el baño se oía la voz de Ana sollozando. Abre, cariño, abre. Por favor. Abre, Dani. Perdóname. Por favor. Estuvo casi una hora así, llorando en la puerta. Luego no se oyó nada. Gloria debió llevársela a dormir. La borrachera se me había pasado casi de golpe. Pensé que los cerrojos no eran para protegerme de ellas sino para ...
... protegerlas a ellas de mí, y me sentí muy avergonzado. Afortunadamente mi ropa estaba en el armario del pasillo porque en el arcón de nuestra habitación apenas cabía la de mi mujer. En apenas diez minutos tenía la maleta hecha y poco después mi coche dejaba el pueblo con el único testigo del amanecer Recibí varias llamadas al móvil, tanto de Ana como de Gloria. No contesté a ninguna ni leí los mensajes que me escribían. Regresé al trabajo, y varios días más tarde llegó Gloria con los niños. Ambos hicimos como si no hubiera pasado nada, y ella estuvo mucho más cariñosa de lo normal, pero era yo ahora el que me negaba a que me tocara. Pasaron semanas, dejó de hacer tanto calor y las obligaciones me envolvieron de nuevo. No me sentía bien, no respiraba, no comía bien. Tampoco podía concentrarme en el trabajo aunque mi mente ya no le daba vueltas a nada. El tiempo transcurrió de manera inútil, sin sentido, y, de repente unos días después de la entrada del otoño ocurrió sin más, como algo automático, inercial, como una de esas cosas que mientras suceden te das cuenta de que eran inevitables. Era sábado, no había terminado el mes de Septiembre aún. Tomé el coche y me puse a conducir sin nada particular en la cabeza. La ciudad en la que vivía mi hermana estaba a unas tres horas de la mía. Tuve la sensación de que el tiempo había pasado volando cuando me encontré frente al timbre de la puerta. Oí sus pasos apresurados, iban más rápidos que los latidos de mi corazón. No pudo disimular su ...