¡Mi hermana, mi mujer, ufff!
Fecha: 10/09/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... la noción del tiempo. De repente y cuando más confiado estaba, el cuerpo de Ana se agitó bruscamente. Se llevó la mano a la cabeza. No sé si abrió los ojos, no puedo asegurarlo, para entonces yo estaba aplastado contra el suelo a los pies de la cama, a donde me había lanzado en un movimiento tan instintivo como desesperado. Sentí los muelles de la cama y dos cuerpos moverse con pereza, oí unos gruñidos y un gemido suave, el que emite una persona cuya mente está todavía en el sueño. Luego el silencio. Esperé un poco más y me incorporé con cuidado. Seguían dormidas, pero ahora estaban más juntas, ¡estaban abrazadas! O mejor dicho.... Ana se había girado y ahora daba la espalda a Gloria y mi mujercita se había acercado a su cuñada y le rodeaba la cintura. Me incorporé por completo y caminé lentamente hacia la puerta sin perderlas de vista. Gloria tenía sus pechos aplastados en la espalda de mi hermana y su mano derecha se posaba indecentemente sobre el pubis de Ana. Me hubiera quedado allí eternamente pero comencé a oír el ruido de alguien subiendo la escalera. Salí a toda prisa justo antes de que mi madre llegara al rellano de la escalera. ¡Pero hijo, dónde te metes! ¿Lo has encontrado? No, mamá. Seguramente estará en mi habitación pero no quiero entrar y despertarlas. Ven volvamos abajo. Aquí sólo estorbamos. La tarde pasó dentro de una lentitud desesperante. Las imágenes que había visto tras la comida me asaltaban una y otra vez la cabeza. Hacía ya horas que las dos mujeres ...
... habían bajado de la siesta. Se las notaba descansadas y alegres. El calor había disminuido, una brisa se filtraba por las ventanas entreabiertas y el cambio de temperatura incitaba a una mayor actividad. Mi madre había salido a visitar a una amiga y yo, sin otra cosa que hacer, aunque sin ganas, empecé a trabajar sobre una de las puertas que apenas cerraban. Los goznes estaban algo oxidados, incluso algún trozo metálico se había desprendido por la corrosión; el resto estaba dilatado por el calor lo cual tampoco ayudaba. Tarde o temprano, habría que cambiarla, pero intenté buscar una solución de emergencia con un destornillador, un martillo y algo de aceite. En el patio se oía a los niños levantados también hacía tiempo, correr de un lado a otro mientras sus madres cuchicheaban en la cocina. Su voz me llegaba con cierta claridad a pesar de encontrarse un par de habitaciones más allá, sin embargo la algarabía del patio me impedía entender lo que decían. Se me ocurrió cerrar una de las ventanas que estaban entornadas para saber por curiosidad de qué hablaban. Al instante de hacerlo la conversación se hizo bastante más clara. Estaban muy animadas y paraban a cada instante para reír: No, ya hace tiempo de eso, hija. ¿En serio? Sí Se rieron Pero es como todo, todo cambia. ¡Pues si yo te cuento lo que ha cambiado! Nuevo estallido de risas. No te rías, idiota, que estoy desesperada. No si es por la cebolla. Pero la cebolla te hace llorar, no reír. ¡Claro!, si estoy llorando boba, ¿no ...