Patio trasero, patio de juegos
Fecha: 21/02/2018,
Categorías:
Voyerismo
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... confirmando que no se veía ni un solo pelito. La más alta se quitó el palo de entre las piernas y se lo llevó al culito ayudándose con la mano libre a separar las nalgas para ubicarlo mejor. Cuando sintió que estaba en el lugar correcto se dió la vuelta, acercando el otro extremo al coñito de de la otra niña. Ahora, las dos estaban de frente a mi ventana y estaba seguro de que pronto alguna de las dos me vería. La morenita se animó a tomar el palo y comenzó a hacer el vaiven contra el culito de la más alta, que estaba ligeramente agachada, con las manos en las rodillas, recibiendo el bombeo. Un momento después, en la misma posición, la más alta movió la cabeza hacia atras con un suspiro de puro placer, la boca abierta y los ojos entrecerrados. Y me vió. Se quedó petrificada unos segundos y su cara se puso roja. Se separó rápido de la morenita y se apresuró a subirse los pantalones. Fugazmente, pude ver su coñito, muy blanco y sin pelitos, muy plano como su vientre pero con una marcada rajita. La morenita todavía no se había dado cuenta de mi presencia, pero la segunda vez que la más alta me miró, alzó la vista y también me descubrió. Fue todo muy rápido, y a la vez gracioso. La morenita tomó sus pantalones por el borde y comenzó a subirlos, pero sin soltar el palo. Cuando la más alta se dió cuenta, le arrebató el palo y lo tiró, tratando de hacer desaparecer la evidencia. La más alta tomó a la morenita de la mano, y en lugar de caminar hacia la salida del callejón, volvieron ...
... a ubicarse detrás del arbusto que las había ocultado antes. Volví a la ventana de mejor ángulo. Las dos estaban agachadas, y se hablaban de nuevo en secreto. Intercambiaron algunas palabras hasta que me pareció que las dos se reían. De a poco, comenzaron a asomarse, buscándo mi figura en la primera, pero yo estaba en la otra. Cuando finalmente me encontraron, se quedaron mirando un segundo y aproveché para hacerles un ademán de que se acercaran. Volvieron a ocultarse. Volvieron a mirar. Volví a llamarlas con un gesto de la mano. Finalmente salieron de detrás del arbusto y comenzaron a andar en dirección a la salida del callejón. Caminaban rápido. La morenita miraba todo el tiempo al suelo, sin embargo la más alta me miró varias veces. Justo cuando pasaban delante de mí, les dije con la voz más baja que pude: -Oye, venid un momento, que quiero hablar con vosotras. Que no os de pena, quiero deciros algo, nada más-. La morenita siguió caminando, la más alta me miró y luego volteó a verme varias veces más, hasta que desaparecieron de mi vista. Me quedé bastante perturbado por todo lo que había visto y preocupado por lo que podría pasarle a las niñas. Ya era pasado el mediodía, comí algo y luego me recosté en el sofá. Me quedé dormido sin poder quitarme las imágenes toda aquella escena de la memoria. Desperté cerca de las cuatro y la tarde se había vuelto calurosa. Me acerqué a cerrar las ventanas que daban al patio trasero y allí, frente a mí, estaba la más alta. Sola, recostada ...