Chica de bolsillo
Fecha: 23/02/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... en mi cuarto: en la última estantería de mi armario, entre las mantas y la pared. Le pedí perdón, porque durante unas horas al día tendría que dejarla sola. Ella me perdonó encantada. Era adorable. Volví corriendo del instituto y subí a verla, cerrando primero el pestillo de mi habitación. Allí estaba ella, tendida en su pequeño camastro. Había comprendido que no le gustaba llevar ropa. Cuando me vio me sonrió. - ¿Sabes? Apesto. Llevaba mucho tiempo dentro de esa vieja botella. No me gusta el olor que he cogido. - Te.. ¿Te gustaría un baño? Por toda respuesta, me sonrió de nuevo. Tuve que bañarla en la madrugada, cuando todo el mundo dormía en casa. Sin hacer mucho ruido, llené un pequeño barreño de agua caliente y lo llevé a mi cuarto. Ella disfrutó mucho con el baño. Se sumergió bien en el agua caliente, y frotó una y otra vez su cuerpo para librarse del mal olor. Su cuerpo, dotado de un leve brillo mágico, me encandilaba; era tan hermosa su piel, húmeda y titilante bajo la débil luz de mi lámpara... Me sonrió y su pequeña cara se puso colorada al darse cuenta del modo en que la miraba. Sin embargo, no pareció atacarla de repente la vergüenza, y siguió lavándose, ahora recreándose. - Te voy a traer una cosa, creo que te gustará. Eché un poco de gel de baño en el agua, y removí con el dedo hasta hacer espuma. Le encantó la espuma. Dejó que burbujeara sobre su cuerpo, hizo montañas, se hizo sombreros con ella, su perdió y apareció mil veces entre ella. A su diminuta escala, ...
... la espuma se convertía en un cúmulo de considerables pompas de jabón... Allí estaba yo, a las tantas de la madrugada removiendo el agua con un dedo, mirándola embelesado. Los dos estábamos al borde del sueño. Ella se abrazó a mi dedo y se tumbó sobre él, adormilada. Respiraba tranquilamente y sonreía. Tuve una erección bajo el pijama. Su pecho se comprimía y se relajaba contra mi dedo. Todo su cuerpo, su vientre, sus muslos, su pubis, contactaban mi dedo. Me miró en silencio, como dándome las gracias por algo, por tener dedos. Volvió a cerrar los ojos y comenzó a frotarse contra mi dedo. Parecía cabalgar una enorme serpiente. Sus pechos eran dos minúsculas bolitas de carne, sus pezones apenas los sentía, pero sé que estaban surgiendo de la nada, excitados. Su pubis era un minúsculo musgo buscando el movimiento de una de mis falanges. Mientras ella hacía el amor con mi dedo, gimiendo, yo comencé a masturbarme. Ni que decir que cada día hacía todo lo posible por estar cuanto antes y lo más posible con ella. En casa debía parecer muy estudioso, porque en cuanto podía me largaba enseguida a mi cuarto "a estudiar". A ella sólo la sacaba de la caja en la madrugada, cuando no había nadie. Un día se quejó porque se aburría. - Déjame algo para distraerme, mientras tú no estés. - ¿Cómo qué? - Como... como una de esas revistas que sacas a veces de debajo de tu cama. ¡No disimules que te he visto cogerlas! Y también lo que haces después -dijo ella, maliciosa. - ¡Eres una...! - ¡¿Una qué?! ...