Chica de bolsillo
Fecha: 23/02/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... ¡¿Eh?! -me desafió. - No me puedo enfadar contigo. Pero no veo qué te pueden interesar esas revistas. - Tú déjamelas. No soy tonta. - Lo sé. Le dejé un ejemplar de Penthouse dentro de su caja. Me dio las gracias y un beso en la mejilla. Yo me fui a dormir, pero la verdad es que no dormí mucho. Me la imaginaba estudiando embelesada las fotos de esculturales chicas, haciéndose el amor unas a otras, besando sus intimidades, disfrutando de sus cuerpos... Di mil vueltas en la cama hasta conciliar el sueño. Una tarde que por fin conseguí quedarme sólo en casa la saqué al jardín de atrás. Había buscado una caja de cartón para encajarla dentro de mi bolsillo, y así llevarla dentro sin aplastarla, pudiendo taparla con los faldones de mi camiseta, por ejemplo, cuando hiciera falta. Correteó de aquí para allá, acariciando las hojas de hierba y las flores. Sus alas seguían tristes. No voló. Nos tumbamos en la hierba mirándonos el uno al otro, sin hablar. - Me ha parecido muy interesante tu revista -dijo al rato, con una sonrisa pícara. - ¿Ah sí? - Pero no lo he comprendido todo. He visto chicas muy guapas, preciosas, con unos cuerpos increíbles. Unas piernas perfectas y unos pechos redonditos. Pero hacían cosas muy extrañas unas con otras. Son como yo, pero hacían cosas raras con la lengua, y se ponían en posturas muy extrañas... Comenzó a danzar por la hierba, retorciéndose, abrazando su propio cuerpo, lanzando besos a un espectador invisible, o planeando sus manos por su piel sin ...
... tocarla. Era una chica muy divertida. - ¡Estás loca! La empujé con un dedo, perdió el equilibrio y calló al suelo. Me miraba resoplante, invitándome. Acaricié su diminuto cuerpo con la máxima delicadeza. Recorrí sus suaves piernas, su barriguita, su cuello, su cara. Ella me sentía con los ojos cerrados. La muy desvergonzada abrió las piernas, y yo tuve que acariciarla allí. Mi dedo índice era demasiado grande, incluso mi meñique cabía con dificultad entre sus piernas. Me sentí frustrado. Me sentí angustiado. Ella me miró, perdonándome con sus ojos azules. La llevaba en la caja del bolsillo para hacer la compra, sacar la basura, o pasear por la playa, pero no me atrevía a llevarla al instituto. Cuando no estaba con ella meditaba mil formas de complacerla, pero ninguna me convencía. Cuando volvía a casa ella parecía haber esperado ansiosamente mi regreso. Se abrazaba a mí y no me soltaba. Nos mirábamos en silencio. Y yo me sentía fatal. Una noche se despertó cuando abrí la caja. - ¿Qué quieres? -dijo soñolienta. - Nada. Sólo te miraba. Se sentó en su cama y me devolvió la mirada. - ¿Quieres dormir conmigo? Extendió sus brazos para que la cogiera. Nos acostamos juntos. Nos mirábamos sin decir nada. Al rato se levantó y trepó por los pliegues de mi pijama hasta mi pecho. Paseó sobre mí. Llegaba hasta mi barbilla y volvía hasta mi cintura. Sentía sobre mí las plantas de los pies, diminutas y frescas. Se sentó sobre mi pecho, y cerró los ojos para sentirlo subir y bajar. Agarró un botón ...