Chica de bolsillo
Fecha: 23/02/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... de la camisa y me lo desabrochó. Me desabrochó unos cuantos más, sin permitir que la ayudara, y se acostó sobre mi pecho. Acarició sus pechos, deslizó una mano hasta su entrepierna y comenzó a masturbarse. Las puntas de sus alas me hacían cosquillas a cada movimiento. Encendida, se arrastró hasta uno de mis pezones y me lo cubrió de caricias diminutas, suaves, hasta que se puso duro. Comenzó a besarlo y lamerlo, mientras con uno de sus deditos penetraba su pequeña vagina. Sentí la tentación de tocarme yo también, pero lo dejé para después. Antes de que pudiera correrse, la deposité en la cama. - ¡¿Qué haces?! ¡¿A dónde vas ahora?! -lloriqueó como una niña. De debajo de la cama cogí un sobre. De él saqué una pluma, una pluma muy pequeña que había encontrado y limpiado con cariño. Al verla, rió. Acaricié su cuerpo con la suave pluma, y la volví loca. Pasaba la punta por sus pechos y su monte de venus, una y otra vez, y no paraba de reír. Si aquella chica hubiera tenido un tamaño normal, toda mi familia se habría despertado, pero era como oír piar a un polluelo. Dejé la pluma y saqué del sobre el otro objeto que había preparado. Sus ojos azules se abrieron como platos y se mordisqueó los labios en un gesto que me volvió loco. Saqué mi pene y comencé a acariciarlo, mientras frotaba la cabeza del alfiler contra su vagina, buscando la entrada. - ¡Ah! ¡Está-está fría! -gimió. - Te lo calentaré... Froté la cabeza de alfiler entre mis dedos y le di aliento. Ella la cogió ansiosa y ...
... la dirigió de nuevo a su coñito. Era ideal. Se deslizó perfectamente y ella gimió. -¡Ah! ¡Qué grande! ¡Y qué duro! La penetré, le di placer mientras me masturbaba, ansiando frotarme contra su cuerpo, poder tocarla sin dañarla, tomarla yo mismo, hacerle el amor, besarla, abrazarla. - Ven aquí... Me hizo una seña para que me acercara a ella. Me besó en la boca. Cogió mi labio entre los suyos y los chupeteó y mordisqueó con ansia. Yo saqué apenas la punta de mi lengua, y ella bañó toda su cara en mi saliva. Se tumbó y dejó que la lamiera. Paseé mi lengua con extrema delicadeza por su cuerpo, haciéndola retorcerse de placer. Humedecí su cuerpo. Sus labios vaginales estaban abiertos; los volví a penetrar con la cabeza húmeda del alfiler. Yo me masturbaba con furor, ella se revolcaba en mi lengua, se abrazaba con rabia a mi boca, gemíamos y temblábamos... - ¡Hazme el amor! ¡Házmelo! ¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Tómame! Tardé tres orgasmos de los suyos en correrme. Dolorido por la postura, no pude evitar eyacular sobre mis sábanas. Ella dejó el alfiler para acercarse hasta mi pene, que comenzaba a descansar de su erección. Abrazó mi glande, lo estrujó entre sus brazos. Lo besó, lo lamió y se frotó contra él con furor, hasta conseguir que eyaculara otra vez. La observé probar el jugo blanco con un dedo, llevándoselo luego a la boca, saborearlo, hundir sus labios en las gotitas que aun salían, tumbarse sobre él, revolcarse. Y sus ojos me miraban, brillante y sudorosa, mientras se bañaba. ...