El dia de San Martín
Fecha: 16/03/2018,
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Fantasías Eróticas
Autor: GabrielledelD, Fuente: CuentoRelatos
Cualquiera podía afirmar sin temor a equivocarse que Eowyn era una mujer grande. Más que grande enorme, ya que pasaba de los 1,90 m de estatura y pesaba casi 100 kg; es decir que también era más bien rellenita... y guapa además de tener ese volumen de forma muy proporcionada. Era una chica muy amable y discreta, desde luego el animal más destacado de la pequeña aldea de Rivendel, un lugar perdido en un valle perdido entre perdidas montañas de un país perdido, y no solo por sus medidas físicas como veremos a continuación. Eowyn vivía en una pequeña granja que ella misma atendía personalmente situada a una cierta distancia de Rivendel. Con ella se abastecía en lo referente a sus necesidades básicas más que sobradamente, en demasía incluso, y además sin demasiado esfuerzo ya que era una muchacha joven y fuerte. Pero a lo que dedicaba más su tiempo era a su verdadera afición, que además le reportaba unos buenos doblones: bordaba y cosía como los ángeles. Toda la aldea recurría a ella tanto por un roto como por un cocido, ya que como no era codiciosa salía más a cuenta. Todos los días a la misma hora Eowyn iba y venía a Rivendel a repartir y recoger sus encargos, siendo el blanco por un motivo u otro de todas las miradas. Sin embargo todas las mujeres de la aldea sin excepción la odiaban a muerte. Podía pensarse que la razón era que sus maridos, padres, hermanos o hijos tenían permanente dolores de cuello de tanto girarlo al paso garboso de Eowyn por las calles de la aldea. Pero ...
... no, había más. Vivía sola y había rechazado a todos los pretendientes a su mano. No se le conocían novios ni se podía dudar de la castidad de su vida. Para las gentes de la aldea su negativa a formar una familia era mucho peor que llevar una conducta disipada. Otra razón era que jamás asistía a la iglesia. Huérfana desde muy niña la habían recogido unos tíos lejanos que no tenían hijos para los que era más una sirvienta que otra cosa. El relativo alejamiento de Rivendel y el que ellos tampoco fueran demasiado píos propició el que no se preocuparan demasiado de su formación religiosa. Eowyn tampoco fue nunca a la escuela. Menos razón había para perder su tiempo con un pater quisquilloso y gritón, que no perdía ocasión para clamar desde el púlpito contra la impía. Eso era motivo más que suficiente para ser mal vista por las gentes de bien. Pero sin duda, el mayor motivo, aunque oculto, era que Eowyn era una mujer libre e independiente. No necesitaba a ningún hombre y parecía ser muy feliz así. Para ello se bastaba ella sola y hacia lo que le apetecía, y eso... eso sí que no se lo perdonaban. Sobre Eowyn circulaban rumores de todo tipo: que si se lo hacía con sus animales... que si era bruja... que si solo comía yerbas y raíces. La gente estaba predispuesta a dar pábulo a todo lo que alguien dijera de ella. La verdad de los hechos terminaba con cualquier habladuría. Solo tenía vacas, aves y conejos, poco útiles para el coito. Su casa siempre abierta a todo el mundo tenía adosado ...