Infiel por mi culpa. Puta por obligación (40)
Fecha: 09/03/2024,
Categorías:
Grandes Relatos,
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
Ni tan blanca, ni tan fría.
Mi cabeza continúa morando sobre sus pies, y mis ojos a medio abrir, perpendicularmente otean esta silenciosa habitación. En ella observo los agradables rayos matutinos que la invaden y de paso, transforman mi zozobra y la vergüenza, por igual nuestro sufrimiento, –y por ahí derecho, la furia suya– en una calma momentánea que ambos precisamos para continuar sobreviviendo a este cataclismo.
La proyección luminosamente cálida de esta mañana, atraviesa los cristales de las puertas ventanas entreabiertas, con la colaboración del viento que dócil abanica los velos blancos, y que, con sus variadas cabriolas, crean sombras en las cerámicas del piso, extendiendo los contornos de los muebles, difuminándolos después, otorgándome un distractor reposo bobo, pero liberador.
La mudez de Camilo, más su respiración atenuada luego de hacer sus descargos, y esta posterior falta de movimiento, me otorga un soplo de vida que preciso, para entre suspiro y suspiro, conseguir disipar de a poco mi llanto, y recapacitar en todo lo que acabo de escuchar. Nunca antes mis entrañas se habían sentido tan heridas por sus reclamos. Jamás llegué a sospechar que Camilo se atreviera a buscarlo, para por supuesto, terminar por enfrentarlo. No dimensioné la catástrofe tan inmensa que causaría en mi misma, si Camilo llegaba a enterarse de mis andanzas. Menoscabé su confianza, desmoroné en mi esposo su dignidad, haciendo trizas su masculino ego.
Lo imaginé tantas ...
... veces, –aterrada y nerviosa– a solas mientras Camilo yacía tan tranquilo y dormilón, inocente a mi costado. En las primeras escenas, se me aparecía ofuscado. En las otras tras enterarse del agravio, meditabundo. Y en las postreras, visiblemente destrozado. Me sentí mal, me culpaba por ello y por eso mismo, me esforcé por ocultárselo. Pero ahora, escucharle y verlo sufriendo en vivo y en directo, todo ha sido mucho más impactante y arrasador. Continua mi mente visualizándolas, repasándolas una y otra vez, como si las estuviera yo, leyendo en la pantalla de mi teléfono móvil, aunque ya están grabadas en mi memoria.
—Camilo… Él… ¡Es un mentiroso! Y tú no… ¿No le habrás creído todo lo que dijo? —Barboteo, pues al parecer todavía me hace falta tomar más aire, y apaciguar el llanto que persiste en horadar mis conductos lacrimales, mientras libero sus pies del peso de mi testarudez, y verticalizo mi morfología.
—Te… Te habrás dado cuenta entonces, que no te mentí. Él, por vanagloriarse delante tuyo, se inventó caprichosamente muchas cosas que no sucedieron o no fueron tan ajustadas a la realidad como te las expuso. ¡No me desvirgo el culo, tan solo por darte un ejemplo! Fuiste tú el primero y a él… A ese estúpido solo se lo di a probar la noche antes que nos despidieran. Cuando llegué a casa el viernes, un poco antes de la alborada. —Llevo mi mano derecha primero a la altura de mi cuello. Luego sobre esta, la zurda, para con ambas comprimirme el gaznate y sentir como trago ...