1. Lujuria en la reunión familiar (2)


    Fecha: 09/05/2024, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... Solía generar buena impresión en las mujeres, y eso me ayudaba a que no se molestaran cuando les decía alguna tontería como esa. No obstante, fue ella la que dijo las primeras palabras.
    
    —¿A dónde vas? —me preguntó. Cuando vio mi confusión agregó—: quiero estar segura de que si doblo en esta esquina y seguís estando a mi lado es porque de verdad vas hacia esa dirección, y no porque me estás acosando.
    
    —¿Y vas a doblar en esa esquina? —pregunté.
    
    —Yo pregunté primero —retrucó ella, sonriendo.
    
    No era solo que tenía los labios gruesos, sino que su boca tenía un tamaño considerable. Ese detalle, lejos de oponerse a su perfección general, le daba un toque distintivo. Y yo ya me estaba imaginando la enorme capacidad que tenía esa chica para meterse cosas a la boca.
    
    —Si no me contestás antes de que lleguemos a la esquina, voy a tener que llamar a la policía —me dijo. Abrió la cartera en donde había guardado la bolsita de la farmacia, y dejó ver que tenía el celular a mano.
    
    —No, la verdad que no tengo que doblar en la esquina —respondí—. Así que si tenés que doblar, me vas a dejar con las ganas de conocerte un poco más.
    
    —¿Un poco más? Si no me conocés de nada —dijo.
    
    —Sé que sos la chica más hermosa que vi en la vida —dije.
    
    Por un instante temí decir algo demasiado trillado. Pero los halagos solían tener un efecto positivo en las mujeres, por más repetidos y vacíos que fueran. Y la muñequita rubia no pareció ser la excepción.
    
    —Es solo el maquillaje. No tenés ...
    ... idea de cómo me veo cuando recién me levanto —bromeó.
    
    —Me encantaría corroborarlo. Puedo ir hoy mismo a tu casa y despertar mañana en tu cama. Así vería lo horrible que sos y te dejaría en paz. Hasta te haría mala publicidad y espantaría a los tipos babosos.
    
    La chica soltó una carcajada. Se veía muy relajada, y hasta parecía pretender que siguiera hablándole. Llegamos a la esquina, y ella no dobló.
    
    —De todas formas no vivo cerca de acá. Y no llevaría a un desconocido a casa —dijo.
    
    —Me llamo Axel —dije—. Listo. Ya no somos desconocidos. Puta madre, que hermosa sonrisa tenés —agregué después, al ver su perfecta sonrisa de dientes blancos.
    
    —¿No vas a preguntarme qué estoy haciendo? ¿A dónde voy? —dijo ella.
    
    —No. Eso rompería la magia. En lo que a mí respecta sos una diosa que bajó a la tierra para robarme el corazón —dije.
    
    —¿El corazón? —dijo ella, esta vez sin reírse—. Lo que normalmente les robo a los hombres es la cordura.
    
    —¿Y ganan algo a cambio de la cordura? —pregunté, intrigado.
    
    —Normalmente los llevo al paraíso. Eso antes de empujarlos al infierno. Ahí es donde se vuelven locos.
    
    —Me parece un buen trato —dije. Y después, cuando vi su preciosa sonrisa nuevamente, agregué—: ¿Conocés algún buen manicomio para internarme cuando pierda la cordura?
    
    —¿Tenés que seguir derecho? —preguntó ella, cuando llegábamos a otra esquina.
    
    Era raro, porque cerca no había ninguna estación de subte, ni tampoco una parada de colectivos que yo supiera. Aunque ...
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