Lujuria en la reunión familiar (2)
Fecha: 09/05/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos
... ser como los ángeles reían.
—No seas mala. Estoy pensando —dije.
—No pienses tanto —comentó ella.
Entonces la agarré de la muñeca. Instintivamente la empujé contra la persiana de un negocio que estaba cerrado. Fui mucho más brusco de la que pretendía. Mis manos se posaron en su cintura. La besé. Pero ella apartó el rostro, generando que mis labios se posaran en su mejilla.
—No, así no —dijo la misteriosa mujer.
Por suerte no parecía molesta. Ni siquiera la había asustado mi brusquedad. Me di cuenta de que estaba mucho más excitado de lo que había advertido, lo que me hizo difícil que quitara mis manos de encima de ella. De hecho las deslicé hacia abajo, dibujando con ellas su sinuosa cadera, hasta encontrarme con el extremo inferior del vestido. Se lo levanté unos milímetros.
—No, ni loca cogería en público —me dijo. Y luego agregó algo increíblemente cruel—. Si lo hubieras hecho unas cuadras atrás, cuando salimos de la farmacia, quizás hubiera dejado que me manosees un poco. Pero acá no. No me expongas por favor. Y no me obligues a tener que pedir ayuda.
Decepcionado, miré de nuevo a la avenida. No podía negar que no era un lugar apropiado para cogerme a esa chica. Me di cuenta de que aún estaba encima de ella, inmovilizándola. La solté, muy a mi pesar, sin siquiera tener el consuelo de haberle robado un beso. Pero no me gustaba quedar como un acosador.
La solté. Ella se acomodó el vestido y siguió avanzando, sin dirigirme la mirada. De repente se ...
... me ocurrió una idea. Un tanto desesperada, pero era lo único que tenía.
—Ya sé —dije—. Si encontramos un lugar para coger acá a la vuelta, lo hacemos.
Ella suspiró. Dudaba de que hubiera un hotel. Mi única esperanza radicaba en que hubiera algún bar o restorán. Algún lugar en donde nos pudiéramos meter en el baño. A pesar de que era una zona muy cercana a mi universidad no la conocía muy bien, pero el hecho de que fuera un lugar tan transitado me daba esperanzas.
Ella pareció adivinar mi intención.
—Ni a la izquierda ni a la derecha hay un lugar para coger —dijo—. Bueno, hasta acá llegamos. Fue muy divertido —agregó después, cuando por fin llegamos a esa nefasta esquina. Observó la avenida. A lo lejos se acercaba un taxi, lo que significaba el final de mi aventura.
Era cierto. En ningún lado se veía un local gastronómico. Y de todas formas ahora caía en la cuenta de que no sería justo para esa delicada flor ser poseída en un cubículo maloliente. Es que la calentura a veces a uno lo hace pensar en cosas raras.
No obstante, noté que de un pequeño edificio salía un montón de gente. Iban vestidos de gala y charlaban animadamente en la vereda, en pequeños grupos de tres o cuatro personas. A pesar de que ella se había despedido, decidí agarrarme de esa última esperanza.
—Mirá, vayamos a ver qué evento hay ahí —dije.
No esperé a que me respondiera. La agarré de la mano y la llevé hasta donde estaban esas personas. Nadie nos prestó mucha atención, más allá de ...