Lujuria en la reunión familiar (2)
Fecha: 09/05/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos
... algunos tipos que se habían quedado embobados con su presencia. Se trataba de un centro cultural. Por lo visto la gente estaba saliendo después de ver una obra de teatro o algo por el estilo.
—Llegamos tarde —dijo ella.
La gente estaba terminando de salir. El hall de entrada tenía unos cubículos en donde se vendían los boletos. Pero no quedaba ningún empleado. Solo había un guarda de seguridad soñoliento, al final del hall, apoyado en el marco de lo que supuse era la entrada a las salas.
De pronto ella arrimó su sensual boca a mi oreja.
—Voy a aprovechar para hacer pis —me susurró, asegurándose de que nadie más la oyera—. ¿Creés que el de seguridad nos preste el baño?
—No perdemos nada con preguntar —dije—. Si nos dice que no, te buscamos un árbol y listo.
Nos dirigimos a donde estaba el tipo. Fui yo el que le pregunté.
—Atrás de los ascensores —me respondió, escuetamente.
Ella se metió en el baño de damas. Yo entré al de caballeros. Era enorme, y tenía algunos cubículos muy grandes que se usaban para los discapacitados. Además estaba impecable. Salí del baño, nervioso. Me pregunté si mi entusiasmo no me estaría jugando una mala pasada. Pero decidí que lo mejor era arriesgarme. Entré al baño de damas. Si me encontraba con alguna otra mujer, solo fingiría que me equivoqué de puerta. Pero solo estaba ella, parada al lado del lavamanos.
Me le acerqué con tanta ansia, que casi corrí hacia ella. La agarré de la cintura y la atraje hacia mí. La besé. ...
... Y el beso fue tan dulce y suave como había imaginado. Recorrí su espalda con mis manos, percibiendo la leve curvatura, hasta que llegué a su delicada cintura, y por fin a su turgente culo.
Ella me besaba con tantas ganas como yo, y restregaba su cuerpo en el mío, haciéndome sentir sus senos, frotando su cadera en mi pija. Tendría que haberla llevada a uno de los cubículos, pero nuestra calentura era tal que no pudimos aguardar. La agarré de la cintura y la puse frente al enorme espejo. Ella apoyó las manos en la firme cerámica del lavabo. Se inclinó levemente hacia adelante. La abracé, le levanté la cabeza, agarrándola del mentón, y le di otro intenso y largo beso, mientras mi verga ya dura se frotaba intensamente con su perfecto culo, que recibía el obsceno movimiento con gusto.
La observé un rato a través del espejo. El pelo rubio se había sacudido levemente. Un mechón cubría su angelical rostro. Los ojos verdes me miraban ansiosos. Esa sincronía, ese deseo mutuo, desaforado e impaciente no lo había sentido jamás. Metí la mano dentro de su vestido y le bajé de un tirón la tanga blanca que llevaba puesta. Cuando había llegado al tobillo, ella levantó un pie y luego el otro, y finalmente la despojé de su prenda íntima, guardándola celosamente en el bolsillo de mi pantalón.
Entonces escuchamos que alguien golpeaba la puerta. Era el hombre de seguridad. Probablemente había pasado al baño de caballeros y no me había encontrado, lo que lo hizo suponer lo que estaba ...