Lujuria en la reunión familiar (2)
Fecha: 09/05/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos
... sucediendo.
—A ver, en dos segundos voy a entrar —dijo, con una voz severa que sin embargo se notaba forzada.
Me quedé un rato sin atinar a reaccionar. Hasta que me fui rápidamente hacia la puerta. La abrí, y me encontré con el tipo muy malhumorado. Busqué en mi bolsillo la billetera. Saqué todos los billetes que tenía, que igual no eran muchos.
—Amigo, solo me quiero coger a esta mina —le dije—. Te juro que solo son quince minutos.
Le entregué los billetes. El tipo no parecía muy impresionado con la cantidad, cosa que no me sorprendió. Pero luego me miró la enorme erección formando un bulto en mi pantalón. Pareció que durante un instante empatizó conmigo. Aproveché mi oportunidad.
—Te juro que si la hubiera podido llevar a otro lado lo hubiera hecho —le dije, susurrando—. Pero esta mina está loca, y si no me la cojo ahora no lo voy a hacer nunca más en la vida.
El guarda de seguridad soltó una risita.
—Si no salís en quince minutos te juro que te hecho a patadas y me la cojo yo —dijo.
Volví al baño. La chica me estaba esperando en la misma posición en la que la había dejado. Por lo visto había tenido mucha fe de que yo resolvería el asunto. Más de la que yo mismo había tenido.
El tiempo apremiaba, así que no le di más vueltas al asunto. Primero le levanté el vestido. Me puse en cuclillas y devoré con fruición su culo. La carne era tan suave y tierna como parecía serlo. Dibujé sus formas redondeadas con mi lengua una y otra vez, hasta que me metí ...
... en sus profundidades. El orto sabía tan bien como debía saber el culo de una criatura como ella. Lo disfruté de la manera más vulgar, hurgando con la lengua su parte más íntima sin limitaciones. Ella demostraba que también lo disfrutaba, acariciando mi cabeza suavemente mientras le comía el culo.
Entonces me erguí. Liberé mi verga, la cual salió con una potencia inusitada. Agarré la caja del preservativo que acababa de comprar en la farmacia en donde la había conocido. Quién iba a saber que mi decisión había sido profética. Me lo puse en un santiamén. Cuando me había desvirgado, unos años atrás, había pasado mucha vergüenza, pues me tomó demasiado tiempo ponérmelo. Por eso había practicado a solas, y jamás volví a tener ese problema.
Acomodé la verga cubierta en látex y empujé. Vi el hermoso rictus de su rostro al recibir mi miembro. La agarré de las caderas y lo hundí más. Luego lo retiré. La hice esperar un rato, sintiendo su respiración agitada, y empujé de nuevo. Y lo repetí una y otra vez.
De su garganta salían los gemidos más alucinantes que haya escuchado. Todo en ella era mejor que con cualquier otra mujer. Tenía el mejor culo, las piernas más perfectas que haya visto, el rostro más precioso, los ojos más deslumbrantes, y ahora escuchaba los gemidos más embriagantes que había oído jamás. Gemidos que me instaban a seguir penetrándola salvajemente.
Cuando acabé, quedamos un rato así como estábamos. Yo dentro de ella, como perros en celo que ahora no podían ...