Lujuria en la reunión familiar (2)
Fecha: 09/05/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos
... despegarse. Le di un beso. Llevé mi mano a su seno y lo estrujé. Cabían perfectamente en la palma, como si estuvieran hechos a medida para que solo yo disfrutara de ellos.
—Se nos acabó el tiempo. Ya dieron las doce. Estamos a punto de convertirnos en calabaza —dijo ella.
—Cómo te llamás —le pregunté.
Ella rio. Empujo hacia atrás y me apartó lo suficiente como para libertarse de mi pija. Se acomodó el vestido.
—Quedate con la tanga —dijo—. Un souvenir de una noche que no se va a volver a repetir.
No pude evitar sentir decepción al escuchar esas palabras. Ni siquiera pude disfrutar del morbo de tener su ropa interior en mi bolsillo. Pero tenía que aceptarlo. No obstante, la agarré de la muñeca y la atraje hacia mí.
—En serio, solo quiero saber tu nombre. Para que cuando recuerde este momento pueda darle un nombre a la imagen que venga a mi mente.
—Zoe —dijo, al fin, con una misteriosa sonrisa—. Soy Zoe,
Salimos del centro cultural, en el cual habíamos dejado nuestros rastros de lujuria. El tipo de seguridad no se privó de mirar a Zoe de la manera más libidinosa posible. Pero ella ni lo registró. Esperaba despedirme de ella, pero justo venía un taxi. Zoe lo paró y se subió a él. Me saludó, agitando la mano, a través de la ventanilla.
Había sido un polvo muy corto, pero más intenso que cualquiera que haya tenido. Lo primero que persistió fue la euforia. Pero solo bastó que pasaran unos días para empezar a anhelar ese encuentro fugaz, como quien anhela ...
... algo que ya perdió.
Por supuesto que la busqué. ¿Pero qué podía hacer solo con el nombre de pila? No solo no contaba con su apellido. No sabía a qué se dedicaba. Qué estudiaba, si es que lo hacía. Ni de qué barrio era. ¡Ni siquiera su edad! Aunque suponía que rondaba los veintisiete.
No es que me hubiera enamorado de una mujer que había conocido de manera tan peculiar. Y nunca fui de obsesionarme. Pero cada tanto, cuando la recordaba, la sensación de sentirme el hombre más afortunado del mundo se mezclaba con la frustración de saber que jamás volvería a repetir semejante experiencia.
Guardé su tanga, tal como ella me lo había dicho, como un souvenir, un recuerdo. Y no me molesté en lavarla. Y aunque nunca fui lo que se conoce como un fetichista, a veces olía la prenda y me masturbaba recordando a Zoe.
Y ahora había aparecido de nuevo. De la manera más inverosímil. Lo que de alguna forma iba muy bien con ella. Algo me decía que era una mujer muy acostumbrada a lo inusual.
Gracias a que mis primos habían advertido mi evidente estupefacción, tuve unos segundos para cambiar mi cara de bobo.
—Acá está el galán de la familia —dijo tío Julio. Un título exagerado que insistían en endilgarme, y que ahora me ponía más incómodo que nunca—. Pero no te pongas tan vergonzoso, Axel —dijo después, dándome una palmadita en la cara, para después besarme la mejilla—. Ella es Zoe —dijo después.
—Hola Axel, tus primos me hablaron mucho de vos —dijo ella.
La saludé con toda ...