Cornudo doble (Micro Relato)
Fecha: 10/05/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: JOS LIRA, Fuente: TodoRelatos
... mujer estaba a mi lado, ofendida por la actitud que yo había tomado contra el novio de Aleida. Me reprochó mi violencia y hasta me culpó que si estaba allí, hospitalizado, era por mi culpa, y no por el puñetazo de aquél desgraciado.
Le dije a mi mujer que cuando volviera a casa no quería ver a ese negro allí, para lo que ella me respondió que no permitiría que Aleida se marchara con él a otro lado si yo decidía correrlo, por lo que se opondría, y lo más doloroso fue cuando me recordó que la casa estaba a su nombre, y que si a ella le apetecía, el que ya no podría entrar más a esa casa sería yo.
A partir de entonces una parte de mi hombría se diluyó en mi propia bilis. No podía dejar que mi mujer me echara de esa casa que había heredado de sus padres porque sería tanto como permitir que Malik se apoderara no sólo de ese hogar, sino de mi propia familia. Lo peor fue que por las noches, y a pesar del embarazo de mi hija, Malik se la cogía con tal brutalidad que los gritos de Aleida y los gruñidos del maldito negro retumbaban por toda la casa.
—¡Cómo es posible que te parezca bien esto, mujer!
—¿Qué pasa con ello, José? —decía mi esposa con una sonrisa siniestra—. Después de todos ellos son jóvenes y tienen vitalidad. Además ya son pareja. Es lógico que necesiten intimidad. Nosotros lo hacíamos a su edad.
—¡Pero no con el descaro de que tus padres nos oyeran! ¡Esto es el colmo! ¡Esto es una falta de respeto!
—Una falta de respeto, José, es que tú ya ni me ...
... toques. Deberías de aprender un poco de tu yerno y tomarme en la cama como la mujer que soy y tú como el supuesto hombre que eres.
Tales palabras me taladraron la cabeza, con una herida muy profunda. Y a pesar de mis quejas, mi esposa nunca me dio la razón, y para variar, yo tampoco pude ponerme los pantalones para enfrentar ese cabrón. Desde aquél terrible puñetazo que me dio agarré un poco de miedillo. Aunque le temía más a mi mujer, que solía acusarme de tener “actitudes infantiles y de padre celoso.”
En lugar de que las cosas mejoraran, con los días se pusieron peores. La actitud de mi mujer fue cambiando abruptamente para mal. Una noche me despertaron (como era costumbre) los gritos de tremenda cogida que le estaba poniendo Malik a mi hija en su cuarto del fondo, y para mayor humillación, mi esposa se masturbaba a mi lado oyendo semejantes berridos.
Otra noche la sorprendí en el pasillo, desnuda, pegada al muro, casi afuera de la puerta del cuarto de nuestra hija y el negro, masturbándose frenéticamente mientras los oía coger de cerca. El colmo fue cuando de plano una noche la descubrí mirándolos por la rendija de la puerta entreabierta. Margarita llevaba sus gordas tetas desnudas y una minúscula tanga (¿desde cuándo usaba tanga?) incrustada entre sus potentes nalgas, mientras empleaba sus dedos para darse placer.
Mi humillación fue tal que no pude enfrentarla, y la gota que derramó el vaso fue descubrir que Aleida en realidad nunca había estado embarazada, sino ...