Las alas del ángel
Fecha: 05/07/2024,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Alfasuperior, Fuente: CuentoRelatos
... brillante que tuvo que despegar los párpados, contra todos sus instintos, para poder constatar que existía. Y existía, tal y como él la había concebido. Su pecho latió al ritmo de majestuosas trompetas celestiales, anonadado ante la imaginación que se tornaba en esquizofrenia.
Porque lo que estaba delante de él habría sido considerado imposible, aunque él estaba seguro de su certeza, porque ningún hombre habría podido imaginar algo como eso. Como esas curvas, amplias y maternales, que la toga blanca no podía ocultar. Como esos pechos cuya enormidad aún tapada era imposible de ignorar por un viejo que, de puro viejo, se había vuelto infante de nuevo. Por su pelo radiante y rubio, de una pureza que ninguna mujer real tiene. Por ese rostro de estatua esculpida por cuerpos celestiales en pasional explosión.
Por sus alas, que rodeaban con un halo flamígero a esa Angélica que había imaginado hacía tanto tiempo. Ella se acercó a él, acariciando sus mejillas con un tacto que hizo que la gelidez de su piel desapareciera.
Alzó su mano trémula hacia ella, cuyos ojos tiernos habrían sido anatema del deseo en cualquier otra circunstancia, pero que estaban acompañados de una belleza angelical que apelaba tanto a los instintos carnales como a los más elevados entendimientos. Hipnotizado, tocó la mejilla de esa aparición, notando cómo dentro de sus calzoncillos revivía algo que creía muerto. Su erección, pura y viril como la de un adolescente, saludó a la musa que tanto le había ...
... eludido durante los últimos años.
El dibujante intentó decir algo, pero la voz se resistió a escapar de sus labios agrietados y viejos. Ella lo notó, y tal vez por eso colocó un dedo sobre su boca. Luego, se inclinó sobre él, rozando con sus dos paradisíacas protuberancias el pecho hundido de su creador. Le acarició la cara con un cariño que no dependía de la visibilidad de sus abdominales o del grosor de su cuenta bancaria, con una empatía que no pedía nada a cambio.
Sus labios se rozaron con el ardor de dos galaxias copulando, con unos besos breves que parecían aterrizar justo cuando los necesitaba. Intercambió rápidos y furtivos mordiscos con la excelsa criatura, dejando atrás cualquier atisbo de duda o de miedo. No se explicaba cómo había aparecido en su habitación una muñequita como esa, pero sabía que esa sería la última oportunidad de llevarse un recuerdo lúbrico y agradable al otro mundo. Si es que existía tal cosa.
«A la mierda» -pensó, con una boba sonrisa, al ver cómo ese rostro se separaba de él al besarlo, al notar en ella una respiración excitada y sentir el palpitar de su sangre divina al tocar su cuello. Agarró sus pechos, que no cabían en sus manos, y experimentó un tacto de nube lluviosa en verano, de algodón de azúcar en la feria del pueblo. Las apretó con delicadeza primero, luego con fuerza, gozando de esas dos mamas maravillosas, de una suavidad que le hizo sentirse en el cielo. Tal vez lo estaba.
La mano del ángel se posó en su esternón, ...