1. Las alas del ángel


    Fecha: 05/07/2024, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Alfasuperior, Fuente: CuentoRelatos

    ... explicando cómo había revolucionado sus hormonas adolescentes.
    
    «Aunque luego esos cabrones no me compran un triste dibujo» -pensó, cabizbajo. Ay, tendría que haber nacido veinte años después, y se habría forrado haciendo dibujos guarros en Internet. O veinte años antes, y no le habría pillado tan fuerte la crisis de los medios impresos. O, qué cojones, no haber nacido en ninguna coordenada espaciotemporal. Tal vez eso hubiera sido lo mejor.
    
    Aun así, pensó al hojear esas páginas donde aparecía su creación, algunos de esos dibujos y esos guiones justificaban una vida. La fórmula era sencilla: Angélica bajaba del cielo para ayudar a algún desdichado y, en el camino, había algún chiste o encuentro de carácter sexual. Tanto daba que enseñara las tetas para que un cura superara su crisis de fe como que su desnudez en la vía pública permitiera a un manifestante huir de la Policía. Esos argumentos rutinarios le habían permitido hacer crítica social y religiosa, y estaba orgulloso del fondo de humanismo que había conseguido imprimir a historias como esas. Se había llevado elogios y se había llevado un buen dinero de las ventas. Aunque sus editores todavía le debían un pico considerable.
    
    «Me deben mucho más de lo que jamás me darán» -pensó, amargado. Tumbarse en la cama solía suponer un remedio para sus males, pero solo cuando podía dormir. No cuando la tos y el frío cortaban cada respiración. No cuando podía confirmar, por la humedad de sus sábanas, que lo que le había hecho ...
    ... quitarse las gafas era el llanto.
    
    Aun así, su cuerpo decidió hacerle el único favor que le había hecho ese lustro y le permitió dormir.
    
    ...
    
    Cuando despertó, era de noche. El frío invernal, de nuevo, había encontrado su lugar a través de las ventanas y las puertas de su destartalado piso. Se arropó con las sábanas, tiritando y tosiendo de nuevo. Pensó en levantarse y hacerse la cena, pero solo lo pensó. Hacía demasiado frío.
    
    La tos y las lágrimas le recordaron que, lejos de esos mundos de fantasía que solo su lápiz conseguía trasladar imperfectamente al mundo real, seguía siendo un ente físico, un ser patéticamente decadente. Un puto viejo que había dejado de cotizar y que, en consecuencia, se había convertido en una carga para todos los jóvenes que pensaban que nunca se encontrarían en su situación.
    
    «Que se vayan todos a la mierda» -pensó, con los ojos abrasados por el agua. Él tenía sus principios, tenía sus logros, era mejor que todos ellos. Y, sin embargo, solo de pensar en su absurda rutina (en cocinar, en dibujar, en irse a la cama una y otra vez tras la titánica tarea de salir a hacer la compra), le daban ganas de que todo terminara. Me rindo, Dios, decía. No sé qué te he hecho, y espero que no sea nada personal, pero me rindo. Cerró los ojos, sollozando como un bebé, dejándose llevar por esa oscuridad que no exigía nada de él para devorarlo, que no le juzgaría ni le haría sufrir cuando acabara con su existencia.
    
    La luz que respondió a su ruego fue tan ...
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