The boy next door 1 - Relatos Eróticos

The boy next door 1

... convencida con la respuesta y se vuelve a dirigir a la mesa.

—Guille esta pensando en independizarse, aunque supongo que ya sabéis lo caro que está todo hoy en día, todo por culpa de los turistas. Estamos buscando alguien con quien pueda compartir, pero claro, como todos sus amigos aún están estudiando...

Guille levanta la vista por primera vez en un buen rato para lanzarle una mirada asesina a su madre. Creo que el problema no es que sus amigos estudien, es que él ya no lo hace y me parece que a su madre no le parece bien. Los padres de Guille están muy acomodados y siempre han tenido la idea de que su hijo iba a ir a la mejor universidad y sacarse una carrera, no trabajar en un taller.

Supongo que habrán discutido un millón de veces por eso y de repente tengo muchísima curiosidad, nada me gusta más que ver como una estirada rica de mediana edad se le arruina su sueño de familia perfecta, o lo que ella entiende por perfecta, pero prefiero mantenerme callado. Yo tuve suerte de que me saliera el curro en el ayuntamiento o hubiera tenido el mismo problema con mi padre.

—Bueno, lo que decía, que si conocéis a alguien que alquile una habitación decidnos algo.

Entonces a mi abuela se le ilumina el rostro e interviene:

—María, tengo una idea. A mi Diego se le ha marchado su compañero de piso hace nada. Le está costando un poco llegar a fin de mes, me dijiste eso la última vez que nos vimos, ¿no, cielo? —Entonces todas las miradas se dirigen a mí, incluida la ...

... de Guille. A veces no sé porque le cuento nada si lo va a terminar usando en mi contra.

—Eh... Si, Paca, pero no sé que voy a hacer al final... No tenía pensado volver a compartir el piso.

—Que tonto, con Guille te lo pasarías genial. ¿Te acuerdas de lo amigos que erais de niños? Os bañabais juntos en la piscina todos los veranos.

—Diego, te prometo que mi Guille es un chico muy responsable y muy ordenado, no te dará problemas, te doy mi palabra.

Guille hace ya un rato que ha vuelto a hacer como que está muy concentrado en su plato vacío. Se está poniendo rojo y parece que se estaba muriendo de la vergüenza.

—Bueno, Maria, lo pensaré, ¿vale? —Digo yo, también un poco avergonzado.— Salgo un momento.

Me escapo como puedo de esa situación tan incómoda y salgo al jardín trasero a fumarme otro cigarro. Lo tendría que dejar, pero no empezaré hoy.

Llevo un rato observando las hortensias cuando noto unos dedos largos en mi hombro.

—Ey.

Es Guille. Se apoya a mi lado en la pared y saca un paquete de tabaco del bolsillo del pantalón.

—Ey. —Le contesto. Saca un par de cigarros y me tiende uno.

—¿Quieres?

—No, gracias. Lo estoy dejando.

—Hueles a tabaco.

—No he dicho que me esté saliendo bien. —Se ríe del chiste torpe que acabo de hacer y se pone a fumar.

Se forma un silencio incómodo entre los dos durante unos segundos. Entonces él lo rompe.

—Oye, mira, siento mucho lo de ahí dentro, tío. Mi madre es muy pesada, no tienes que aceptar, yo ...