Desnudando el Alma III: Placeres en la Oficina - Relatos Eróticos

Desnudando el Alma III: Placeres en la Oficina

... contenerlo más, el éxtasis nos envuelve en su abrazo. Tu cuerpo se arquea hacia el mío en un gesto de pura entrega, tus manos aferrándose a mí con desesperación mientras te sumerges en la vorágine del placer.

Puedo sentir cómo tu respiración se vuelve más aguda, más errática, cada suspiro un eco del éxtasis que se avecina. Tus palabras se convierten en susurros incoherentes, tu piel ardiendo bajo mis dedos mientras te sumerges en el abismo del placer.

Y cuando finalmente llega, cuando alcanzas el clímax definitivo, puedo sentirlo en cada fibra de mi ser. Finalmente explotas como un volcán en erupción, tu cuerpo se estremece con el placer, tus gemidos llenan la habitación mientras te entregas por completo al fuego que nos consume.

Después de ese momento de éxtasis compartido, nos encontramos jadeantes y agotados, pero completamente saciados. El calor de nuestro amor sigue palpable en el aire mientras nos recuperamos el uno en los brazos del otro, nuestras respiraciones entrelazadas como una sinfonía de satisfacción.

Con un suspiro de profundo contento, te beso con ternura, sellando nuestro vínculo con un gesto de amor y complicidad. Sabemos ...

... que este momento será solo el primero de muchos más que compartiremos juntos, una promesa de pasión y deseo que durará toda la eternidad.

Pero entonces, como si recordara de repente mi papel como mensajera, me separo de ti con una sonrisa traviesa en los labios. "Debo continuar con mi trabajo", murmuro con una mirada cómplice, aunque mis ojos brillan con la emoción del recuerdo de lo que acabamos de compartir.

Me levanto con gracia, ajustando mi uniforme de mensajera mientras me preparo para abandonar la oficina. La secretaria, que ha sido testigo mudo de nuestros momentos de pasión, me mira con los ojos muy abiertos, claramente sorprendida pues no recordaba haberme visto entrar.

Con una sonrisa pícara, le guiño un ojo y le doy un pequeño saludo antes de salir por la puerta. La tarde sigue su curso, así que mientras abandono la oficina, lista para enfrentar lo que el mundo tenga reservado para mí, sé que nuestro amor seguirá ardiendo brillante y fuerte, una llama que nunca se extinguirá.

Y con esa certeza en mi corazón, me marcho con una sonrisa en los labios, lista para enfrentar cualquier desafío que el destino tenga preparado para nosotros.