Mami Culona está en casa (2/2) - Relatos Eróticos

Mami Culona está en casa (2/2)

... hay más respuestas. Guardo el teléfono en el bolsillo de mi chaqueta y segundos después veo a mi sobrino salir del lavado y subir a su cuarto sin decir una palabra. Todos parecen estar muy ocupados en sus asuntos, y Jonathan pasa desapercibido. La única persona que parece notar su huida es una de sus amigas, a quien le hago una seña cómplice para indicarle que voy a seguirlo. La chica me da una sonrisa tierna, y entonces voy tras mi sobrino.

Con la certeza de que no me abrirá la puerta, saco la copia de la llave de su habitación y la abro con cuidado. Ensayo mentalmente qué le diré, qué palabras usaré para encontrar una respuesta a su repentina reacción. Lo encuentro ensimismado, perdido en el techo de su habitación, observando un par de constelaciones simpáticas que él mismo instaló hace meses, mientras su pecho sube y baja con rapidez.

—Hola Jonathan… —saludo tímidamente, dando unos cuantos pasos—. ¿Estás bien, mi amor? Saliste disparado del lavado sin decir nada.

—Sé que esta es tu casa, tía, pero me parece algo descarado que entres así a mi habitación —su expresión me hace arrugar la frente.

—Bueno, pero simplemente estaba preocu…

—No hace falta —me interrumpe, haciéndome fruncir aún más el ceño—. No quiero ser grosero contigo, es mejor que me dejes solo.

—Pues no, chiquillo. ¿No te das cuenta de que parece que soy la única que se preocupa por ti? —le respondo, a la defensiva.

—Ya vendrá mamá a darme un sermón para que baje, venga… Déjame solo un ...

... rato, ¿sí? —esta vez su voz es un susurro apenas perceptible.

Cierro la puerta y busco la manera de sentarme en una esquina de su cama. Apenas me doy cuenta de que su olor está impregnado en cada rincón de esta habitación. Es masculino, juvenil…, y lo único que logra es que miles de imágenes de su polla vuelvan a mi mente.

—¿Te pasó algo en la escuela? —pregunto, con tono afable, intentando acariciar su pierna—. Sé que no somos los mejores amigos, pero eres mi sobrino, corazón, y no estoy tan pasada de moda como para no poder entenderte.

—No hagas eso. —Me reprende, reteniendo mi mano. Se va incorporando hasta quedarse sentado también.

—¿Hacer qué? —pregunto, visiblemente sorprendida. Un cosquilleo recorre mi piel al sentir su mano sujetándome.

—Fingir que soy importante, que te preocupas por mí.

—Realmente estoy preocupada por ti.

—Ajá… —responde, mirándome fijamente—. Serías la última persona en preocuparse genuinamente por mí.

El corazón comienza a latirme rápidamente. Me pregunto si este es el momento adecuado para confesarle la verdad, o si sería demasiado pronto y podría resultar traumático para él.

—¿Quién te crees que soy? ¿Una completa desconocida?

Jonathan es incapaz de responderme algo. Adopta una posición fetal, mirando hacia la pared. Estos momentos son los que me hacen cuestionarme qué encuentro tan atractivo en alguien como él. Joder, me siento en mis épocas de colegio, discutiendo con mi novio porque le recibí un papelito de corazones ...