Con el hermano de mi marido
Fecha: 07/09/2024,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Nadie sabe sobre su vida alternativa, salvo un amante en particular, con quien comparte más que secretos, y ella hará todo lo que esté en sus manos (incluso cometer perversidades) para preservar esta vida de adulterio, sexo y desenfreno a costa de quien sea.
Esta es la historia de una femme fatale cuya falta de escrúpulos le ocasionará sus mayores placeres, pero también sus peores tragedias.
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—Sí… sí, enti-endo, mi vida… entiendo… pero tienes que estar tranquilooo —le dije a Andrés, mi marido, por el móvil, mientras las piernas y los muslos me temblaban como terremoto. Nunca es fácil mantener una conversación telefónica mientras tienes la lengua ensalivada de tu amante pegada en los pliegues de tu vagina, chupándola con la ferocidad de un hábil demonio, proveyéndote una sensación inmisericorde—; t-u abue-la… es… un-a…. mu-jer…. fuer-te, esta-rá bien.
—Es lo que yo digo, pero mi madre se ahoga en un vaso de agua.
En medio del oral que recibía, cubrí la bocina de mi móvil justo cuando me fue inevitable emitir un prolongado gemido digno de una actriz porno tras explotar en el primer orgasmo de la tarde, salpicando de líquidos vaginales a mi amante.
—¡Haaaa!
—¿Estás bien, Penélope? —le escuché preguntar a la voz mortificada de mi marido que, al igual que yo, también gemía, aunque por diferente motivo que el mío.
Él lo hacía por tristeza y preocupación, pues la odiosa de su abuela materna había sufrido un infarto que la tenía ...
... en terapia intensiva en el hospital. En cambio yo gemía porque acababa de tener un orgasmo, teniendo las piernas abiertas en forma de “V” con los tacones de ajuga mirando al techo, con una tanga negra colgando del tacón derecho y la cabeza de Joan Carlo, el hermano menor de mi marido, clavada en mi mojado sexo, haciéndome remecer cada vez que su lengua y su vello facial hacían contacto con mi hinchada vulva
—Te escucho algo… agitada, Penny, ¿qué carajos te ocurre? —me preguntó.
Como tenía el teléfono en altavoz, Carlo no pudo evitar sofocar una carcajada dentro de mi vagina al escuchar a su hermano mayor cuestionándome por el motivo de mi voz temblorosa y mis extraños jadeos.
Intenté en vano que sacara su cabeza de mi sexo, pero fue inútil, él era demasiado travieso y perverso cuando se trataba de fornicar. Pensé en que si no era más habilidosa me metería en serios problemas. A Carlo le encantaba el sexo extremo; arriesgado, sucio, fuerte, cachondo, sobre todo coger al filo de la adrenalina, y aunque no era la primera vez que follábamos como bestias en celo con mi marido al teléfono, o estando él en casa, o a veces incluso en la misma habitación (cuando le ponía somníferos para que se durmiera), pues éramos amantes desde que yo era novia de Andrés, sí que era la primera vez que lo hacíamos estando mi marido en un hospital, a la expectativa de la muerte de la vieja.
Respiré con mucha dificultad y le respondí, intentando controlarme:
—Es que ya sabes cómo soy de ...