Sumisa infiel y marido cornudo relato bondage BDSM
Fecha: 28/09/2024,
Categorías:
Dominación / BDSM,
Autor: parejasumisa, Fuente: SexoSinTabues30
... silencio y a la espera. Los minutos me parecieron horas. En medio de esa incertidumbre, el Amo se acercó hasta tocar su camisa con su espalda. Me susurró en voz baja al oído que mi novio me estaba mirando, que sonreía y se le veía feliz, y que le iba a dar su demostración de cornudo, justo cuando puso las yemas de su dedo en mi clítoris y empezó a masturbarme.
Aprisionó mi clítoris con su índice, o mejor dicho creo que fue el anular, y frotaba con un tacto que yo lo disfrutaba plenamente. Me imaginaba la mirada atenta de mi novio, oyendo mis suspiros mientras tocaba mi clítoris y mis labios que lo rodean. Notaba mi vagina empaparse, muy húmeda, y esperaba que en cualquier momento metiera un dedo, pero el Amo seguía inmerso en mi clítoris. Yo controlaba los jadeos para no ser escandalosa, pero cuando su lengua resbaló por mi cuello fue inevitable los gemidos a mayor volumen. No podía reprimirme. Yo movía sólo la cabeza de un lado a otro. Mi cuerpo estaba empezando a advertir de las convulsiones que nos invaden en el orgasmo correrme, y el orgasmo se avecinaba porque movía su mano sobre mi clítoris a la velocidad del rayo. Frotaba dominante y controlador, y me lamía el cuello que me derretía. Poseída por el placer, aguanté las piernas estoicas, cerré los labios mordisqueados con mis dientes para contener los gemidos, pero entonces aumentaron los resoplidos nasales. El orgasmo era inmediato, y el correrme fue como un poder sobrenatural contra el que no podía, o no sabía, o ...
... no quise, luchar. Me entregué, y gemí como una loca posesa al tener el orgasmo. Luego, con las últimas convulsiones, se apartó, aunque me mantuvo inmóvil en esa posición los minutos posteriores en los que yo resoplaba cachonda y excitada.
Ya de rodillas, me indicó que mirara al suelo.
Yo seguí postrada y callada.
Entonces se dirigió a mi novio. Le dijo que me había contratado para trabajar para él, y que iba a impartirme disciplina severa y estricta cada minuto del día para ser dócil y obediente. Le explicó que tengo prohibido hablar sin permiso, que no puedo mirarle, y que su novia era de él en esa oficina. Para demostrarlo, acarició mis pechos desnudos con sus manos, manoseó cuanto quiso, y jugueteó con mis pezones erectos.
Fue breve el toqueteo, porque tan sólo fue una demostración para que mi novio me viera y se supiera cornudo. Entonces tomó un juego de esposas, cerró cada aro en cada una de mis muñecas, y ya con las manos atadas a la espalda, me ordenó levantarme. Casi andando a empujones y trompicones porque los tacones altos y los ojos vendados me impedían andar con facilidad me condujo hasta un lateral de la mesa.
Tomó acto seguido dos pinzas de metal, las colocó cada una en un pezón, y apretó la rosca hasta presionar mis pezones.
Me puso un collar en el cuello, que supuse debía de llevar un aro en el centro, porque me ordenó inclinarme en posición de boca abajo hasta acostar mi ombligo y mis pechos con las pinzas sobre la madera plana de la mesa. La ...