Alimentando a Gina
Fecha: 04/10/2024,
Categorías:
Transexuales
Autor: andrea, Fuente: TodoRelatos
... desesperación hizo presa de mí pues no sabía si llorar o reír, alegrarme o enojarme. Solo me sentía empalada, saturada, anegada. Salvador sacó un poco más la verga y mi culo respondió como respondía en esos casos: apretando el esfínter. Salvador se molestó por mi iniciativa y me propinó una fuerte nalgada que me hizo retomar mi posición, mi posición de PUTA.
La venganza de Salvador fue tremenda. Me cogió fuertemente de la cintura y clavó implacablemente su verga en mi culo. Ensañándose conmigo, su inmenso garrote entraba y salía como máquina desbocada, sin compasión ni tregua me llenaba mi recto de carne dura, caliente, palpitante.
Mi mente estaba ya tan ofuscada, que no sentía nada. Piadosamente la naturaleza bloqueó mis terminaciones nerviosas y no sentía ningún dolor y ningún placer. Estaba siendo usada como si de una muñeca de vinilo se tratara. Como un instrumento sólo para dar placer.
Por si esto fuera poco, Sal le hizo una seña a Daniel y éste metió su verga en mi boca, que se encontraba abierta y babeante por la tortura indolora a la que estaba sometida.
Ahí estaba yo; en la privilegiada posición de "Hetaira Máxima". Sometida por ambos lados con hermosas y grandes vergas y sin sentir placer, sólo dándolo.
Transcurrió no sé cuanto tiempo pero pude darme cuenta de que tanto salvador como Daniel se habían venido por lo menos dos veces cada uno. Dejándome uno el rico sabor de su semen y el otro la frescura del suyo en mi aporreado culo.
Empecé a volver ...
... a sentir el roce de la verga de Salvador y la dureza de la de Daniel en mi boca y pude reaccionar. El sueño de la ninfómana que todas llevamos dentro se me estaba cumpliendo.
Mi libido despertó y apliqué toda mi putería a dar, pero sobre todo a recibir placer. Pude sentir dos o tres orgasmos de mis amantes mientras yo dejé de contar los míos, pues se sucedían uno tras otro. El cuarto estaba caldeado al máximo y la cama inundada de sudor y semen.
El aroma del sexo era tan penetrante que por si solo invitaba a seguir cogiendo. Ya no éramos personas, éramos animales apareándose sin otra finalidad que tener placer sin medida.
Caímos agotados sobre la húmeda cama sin importarnos de que estaba mojada. La verga de Sal aun se encontraba dentro de mí, pero ya sin la consistencia de hierro que había tenido minutos antes. Daniel la tenía recargada en mi mejilla y una sensación pegajosa cubría casi toda mi cara.
Me entró una gran necesidad de ir al baño, pues por más lavativas que me hubiera puesto, la longitud y el grosor de la verga de Sal habían tocado profundidades que nunca pensé que alguien fuera a alcanzar.
Y esta fue una de las anécdotas que más recuerdo, y por cierto, de las más agradables. Y como se imaginarán ustedes, mi obsceno culo quedó tan estirado, que después de esa cogida monumental, solo vergas muy grandes me pueden satisfacer; y digo verdaderamente grandes pues aunque en mi trabajo llegan de todos tamaños, ninguna alcanza la magnitud delirante de la que ...