Mi odiosa hermanastra II (16)
Fecha: 14/10/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos
... algo que pensara negociar.
En efecto, el semen salió disparado con potencia, y ella ni se inmutó ante mi atrevimiento. No obstante no se lo tragó. Estuve seguro de que lo hizo, pero luego, cuando se puso de pie, dio media vuelta y escupió en la pileta, para luego abrir la canilla y así dejar que el semen se perdiera lentamente por la cañería.
Se vistió. Yo me lavé la verga mientras el semen que ella había escupido terminaba de desaparecer. Luego la abracé y le susurré al oído.
—Eso estuvo muy bien —dije—. Por fin me quité las ganas de cogerme a mi profesora favorita. Es un sueño hecho realidad. Te lo juro.
—Pero que no se te haga costumbre —respondió—. No te olvides que soy la mujer de tu papá.
—Claro —respondí.
Traté de mostrarme impertérrito, pero su comentario me descolocó. Claro que sabía que era la mujer de papá, pero daba por sentado que el final de su relación era cuestión de tiempo. Y sin embargo ella estaba insinuando que esto no se volvería a repetir, o que ocurriría en situaciones excepcionales, mientras seguía siendo la mujer de papá. Pero en fin, me dije que no tenía sentido intentar adivinar qué tenía en la cabeza esa mujer.
La tarde transcurrió con una fuerte tensión sexual. Mientras terminábamos de limpiar la casa me crucé varias veces con Amalia y con Samara. Ambas parecían dispuestas si bien no a coger de nuevo, sí a permitirme algún atrevimiento. Pero en todo momento debía cuidarme de que las otras no nos descubrieran, así que me ...
... limité a darme el gusto de rozar sus nalgas al pasar, cosa que me dificultaba aplacar una nueva erección.
A la tarde llegó papá. No me sorprendió la cara de póker que tenía Amalia. Claramente tenía experiencia mintiendo y ocultando la verdad. Me pregunté, con paranoia, si yo también lo estaba haciendo bien. Papá no era ningún tonto. Nadie se convertía en un exitoso abogado siéndolo. Al contrario, tenía un olfato enorme para captar las mentiras. Solo que solía usar esa habilidad para su trabajo, y probablemente, sus conquistas. Y supongo que el hecho de que siempre me subestimaba me ayudaba mucho.
A la hora de la cena me hice el tonto e inventé una excusa para encerrarme en mi dormitorio.
A la noche recibí de nuevo la visita de Abril.
—¿Me vas a contar o no? —preguntó.
—Qué cosa —dije, mirando a otro lado.
Abril estaba en pijama. No era el atuendo más sexy con el que la había visto, pero igual ella siempre se veía encantadora. Su piel blanca brillaba bajo la tenue luz de la lámpara. Tenía una permanente languidez que de alguna manera le daba un tierno atractivo.
—No te hagas el boludo —dijo—. Hoy estuviste desaparecido durante mucho tiempo.
Tragué saliva. Estaba decidido a ocultarle lo que había ocurrido a la tarde.
—¿Me estuviste siguiendo? —pregunté.
—Te estuve buscando porque necesitábamos un hombre fuerte que moviera una maseta —comentó—. ¿Estuviste por fin con mamá?
—¿Por qué querés saberlo? —pregunté—. Solo querés confirmar que el sigilo ...