Mi odiosa hermanastra II (16) - Relatos Eróticos

Mi odiosa hermanastra II (16)

... funcionó, ¿no?

—Sí, solo quiero saber eso —respondió—. ¿Qué te pensás, que me vas a romper el corazón? ¿Eh?

Entonces empezó a hacerme cosquillas, con una actitud infantil que nunca le había visto. Corrió el cubrecama a un lado y sus dodos empezaron a hurgar en mi barriga.

—Boluda, soltame —dije, sin poder evitar reír.

La agarré de ambas manos, inmovilizándola. Ella también reía, y me hacía muy feliz que lo hiciera. ¿Por qué querría que le quitara esa preciosa sonrisa? La besé. La agarré de la cintura y la hice rodar sobre la cama, quedando ahora yo encima de ella.

—Malo —dijo—. Venís a nuestra casa y te cogés a todas. ¿Quién te creés que sos?

—Soy el hermanastro cogedor —dije.

Ella estalló en una carcajada.

—Nene, dejá de hacerme reír. Nos van a descubrir —me reprendió, sin dejar de reírse.

Entonces ella me besó. Era la primera vez que tomaba la iniciativa. ¿Qué podía ver en mí que se sentía atraída a pesar de sospechar que acababa de estar con su madre? La abracé. Su cuerpo parecía demasiado frágil.

—Si fueses mi novia, jamás te lastimaría —le dije.

—No digas pavadas. Vas a arruinar el momento.

Comprendí que iba a tener el tercer polvo del día. Otra vez la hazaña se repetiría. La ayudé a quitarse la remera. Besé su seno, por encima del corpiño. Agarré el elástico del pantalón, y empecé a tironearlo hacia abajo.

Entonces escuchamos los gritos.

Abril detuvo sus movimientos. Aguzó el oído, y yo la imité. Amalia estaba levantando la ...

... voz. Si bien no se entendía lo que estaba diciendo, claramente estaba furiosa, pues el sonido llegaba incluso hasta mi dormitorio.

—¿Será que están peleando por lo de Samara? —pregunté.

—Imagino que sí —respondió ella—. Salvo que haya otro motivo para que estén así —agregó, mirándome con intensidad.

No respondí. Entonces escuché gritar a papá. La palabra “loca” se oyó nítidamente. Luego escuchamos que algo caía contra el piso y se rompía en pedazos. ¿Platos?, ¿vasos? Fuera lo que fuese, parecían encontrarse en la cocina.

—¿Deberíamos ir a ver qué está pasando? —preguntó Abril.

—Vos quedate acá. Yo voy a asegurarme de que no se lastimen.

Salí de la habitación. Aurora estaba en el pasillo, aterrada. Era muy probable que una escena violenta le afectase mucho. La agarré del hombro y la hice darse vuelta.

—Tranquila. Volvé a tu cuarto. Ponete los auriculares, que yo voy a tranquilizarlos —dije. En ese momento Samara salió de su dormitorio.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—No sé. Llevate a tu hermana a su dormitorio, por favor —le indiqué.

—Más vale que no le levante un dedo a mamá —advirtió Samara.

—No te preocupes. Papá no es así. Solo es una discusión. Les voy a decir que bajen un cambio porque están asustando a Aurora.

Bajé sigilosamente. Ahora solo escuchaba susurros. Pensé que se habían percatado de que estaban haciendo demasiado ruido, pero entonces escuché más cosas cayendo sobre el piso, aunque esta vez parecía que no se hizo pedazos.

—¿Con qué ...