1. Mi amiga de la oficina - completa (06 - FIN)


    Fecha: 15/10/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Abel Santos, Fuente: TodoRelatos

    ... terminar en aquella postura. Un tanto impersonal, pensé. Me salí de ella y la volteé, poniéndola boca arriba.
    
    —¿Qué haces…? —preguntó sorprendida.
    
    —Quiero metértela más profundo… —me justifiqué. En realidad me había cansado de aquel juego. Me apetecía más hacerle el amor que simplemente follarla. María se lo merecía. Me había demostrado una fidelidad que por lo visto no guardaba hacia su novio.
    
    —Levanta las piernas, quiero verte bien.
    
    —Si quieres, ahora puedo quitarme la falda.
    
    —No, déjala, creo que me da más morbo de lo que molesta.
    
    —Jajaja… —dobló las rodillas y alzó los muslos. Su «chocho», como ella lo llamaba, estaba rojo e hinchado como un tomate rajado, a punto de reventar.
    
    Me incliné sobre ella y apunté mi rabo con la mano derecha, apoyando la izquierda en la moqueta para mantener el equilibrio.
    
    —¡Métemela de un golpe, como antes…!
    
    Así lo hice y ella gritó.
    
    —¡Hummmm… joder… que bien…! —y comenzó a jadear en cuanto empecé a culearla lo más fuerte que pude—. Ah-ah-ah-ah-ah-ah……
    
    Cuando ya estaba al borde del abismo, le hice una señal y ambos nos corrimos al unísono. Entre gruñidos, jadeos, murmullos y grititos nos vaciamos el uno en el otro. La vagina de María, además de caliente, abrazaba mi polla a impulsos como si quisiera aplastarla. Aquellas compresiones, las más fuertes que me han producido jamás un coño, me ordeñaban con eficacia y mi leche iba llenando el condón amenazando con reventarlo.
    
    Al terminar, agotados por el ...
    ... esfuerzo, nos dejamos caer frente a frente, abrazados. Nos comimos la boca durante unos minutos más, aunque esta vez con suavidad y dulzura.
    
    No sé por qué lo hice, pero me fijé en que las rodillas de María se hallaban enrojecidas. Imaginé que habría sido por el roce contra la moqueta. Pero ella se giró a toda prisa para ocultármelas y una duda nació en mi cabeza.
    
    *
    
    Nos recompusimos la ropa y fuimos al lavabo por turnos para asearnos.
    
    —Oye, Jose —me dijo cuando volvió de su turno—. ¿Tú has visto si se te ha roto el condón.
    
    La pregunta me extrañó.
    
    —No, no creo… al menos yo lo he visto bien —respondí con la mosca tras la oreja—. Y cuando lo he tirado al wáter no goteaba. ¿Por qué lo preguntas?
    
    —No, nada… —replicó—. Ha debido salirse algo por arriba, porque me has pringado de lefa la parte exterior de los labios.
    
    —¡No jodas…! —dije asustado.
    
    —Tranqui, no es nada… —me acarició el brazo—. Ya te he dicho que es superficial. Me he limpiado bien y luego en casa me lavaré a fondo.
    
    —Ah, vale… —suspiré aliviado.
    
    Pero ella soltó la broma final, consiguiendo acojonarme.
    
    —Y si no… pues le llamamos Josito y tan a gusto… —concluyó.
    
    Y se lanzó a reír ante mi cara de espanto.
    
    Tras unos segundos de bromas por un potencial bombo, acordamos terminar el trabajo y marcharnos a casa. Cada uno a la suya.
    
    Media hora más tarde estaba acabado.
    
    —¡Punto y final…! —dije tras escribir el último párrafo.
    
    —¡Por fin…! —gritó María levantando los brazos.
    
    —Aunque el ...
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