Sin bragas en una aldea perdida
Fecha: 30/10/2024,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Punkycaliente, Fuente: CuentoRelatos
... supermercado y doy gracias que al menos venía el panadero. Eso si, había un bar... donde tuve una aventurilla. Un lugar que a pesar de contar con Internet era como estar en una estampa del S.XX
Y yo destacaba un montón. Aunque era normal, la edad media pasaba los 50 y estaba claro que este lugar es más para volver en verano para escapar del calor y visitar a los abuelos que otra cosa. Un poco triste. Y al darme un poco igual el que dirán, pues iba con ropa de deporte bastante repegada para poder moverme mejor durante mis paseos andando o en bici (leggins, ropa para montar en bici etc.) o con mi ropa de guerra, con chupa, tops y pantalones cortos (suerte que no soy friolera), fuese por el pueblo o por los alrededores.
No era gilipollas, y ya sabía que las mujeres me ponían de vuelta y media, mientras que los hombres… digamos que me calibraban. Para que voy a mentir, eso me ponía bastante caliente. Sentirme observada e imaginar lo que podrían hacerme si se diera el caso.
A algunos ya los tenía calados, especialmente a un padre e hijo (el hijo debía ser cuarentón y el padre en los sesenta), que llamaré Víctor y Mario, para mantener su anonimato, que son los protagonistas de esta historia. Mario, el hijo, se había divorciado hacía 10 años y tenía a su hijo solo los findes de semana, un adolescente que había salido a los hombres de la casa (como descubrí el finde que estuve en la aldea.
Mario me sacaba dos cabezas, de hombros anchos, algo de barriga, sonrisa avispada, ...
... fuerte aunque sin ir al gimnasio y… bueno, llegaremos a eso), tiene un chalet a las afueras del pueblo e iba y venía a Segovia cada día por trabajo. En tanto el padre, Víctor, vivía en una de las casas antiguas, se había quedado viudo hace más de 5 años, era algo más bajo que su hijo pero más alto que yo, completamente calvo, con arrugas en la cara y una pequeña cicatriz en la mejilla, manos callosas de trabajar, más barrigón que el hijo y siempre le pillaba con ropa de trabajar, iba y venía en una pequeña furgoneta para cuidar a los animales y me lo cruzaba varias veces al día.
La cosa es que desde el primer día, pues hubo buen rollo con ellos. Yo les veía al salir en mis paseos y saludaba, el padre me dedicaba algún piropo subido de tono, yo se lo agradecía sacándole la lengua o meneando más el culo y a la vuelta para la comida me paraba a hablar un rato con él con bastantes indirectas y a la cena eran los dos hombres quienes me daban la charla, muchas veces con salidas de tono, que aceptaba y reía. Como he dicho, era un pueblo que no pensaba volver en un principio, por lo que me daba bastante igual lo que pensasen.
Así pasaron los tres primeros días, conmigo de paseos, algo de relax en la casa desconectada del mundo, jugando alguna partida a la consola y preparándome la comida. Una monotonía que agradecía. El cuarto fue más accidentado (para bien). Tras ducharme y ponerme unos leggins rojos bastante llamativos y un top deportivo (estaba haciendo un calor impropio de ...