Carlota, la mujer de mis sueños y mi gordita. Me pone muy caliente
Fecha: 08/11/2024,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Es de noche. Una fresca brisa de septiembre entra lentamente por mi ventana entreabierta.
Me hallo tumbada en mi lecho.
El calor de las sábanas y a la vez el frío que deja tu (aún) ausencia.
Te echo de menos, Carlota.
Hace ya una semana que el encuentro en la Costa Brava en el que nos conocimos finalizó y ya te echo de menos, Carlota.
Mi cuerpo necesita el tuyo, Carlota.
Te deseo como nunca he deseado ni desearé a nadie, Carlota.
Eres la mujer de mis sueños, Carlota.
Te amo más que a mi vida, Carlota.
Empiezo a pensar en ti y a deslizar sensualmente mi menudo cuerpo entre las sábanas. Mis delicados dedos de pianista van deslizándose suavemente por mis pechos, acariciando mi esbelto abdomen, mi vientre, mi marcada pelvis, hasta llegar a mi monte de Venus. Y así de arriba a abajo... De abajo a arriba... Hasta que tengo una mano estimulando suavemente mi clítoris y otra mis pezones.
PIENSO...
En tu profunda, triste y melancólica mirada de ojos cafés, aún más imponente detrás de tus grandes gafas de cristales rectangulares y montura azul marino. Cada vez que me hablas de las luces y sombras de tu paso por esta dura vida. Cuando haces más hincapié en tus sombras, se achica y acentúa esa tristeza y melancolía que tanto la caracteriza, hasta derramar amargas lágrimas. Cuando entras más en tus luces, se agranda y brilla en sobremanera, acompañada de una amplia y pura sonrisa. También sensual, pícara y con los ojos entreabiertos cuando intuyes mi ...
... mirada disimulada y nerviosa recorriendo sutilmente tus abundantes curvas mientras llevas poca ropa y luces tus calzados de plataforma y tacón y mientras me preguntas cómo te queda alguna prenda, seduciéndome sutilmente.
En tu larga, lacia, castaña y bravía cabellera con un sensual flequillo recto. En como te sueles dirigir a mí con una sonrisa mientras te la decantas, moviéndola coquetamente cada vez que te vuelves hacia mí. En aquella vez que te abracé desde detrás estando ambas sentadas y mi olfato recorrió cada milímetro de ese largo sendero al paraíso.
En tus carnosos labios. Deseo con todas mis fuerzas poseer la llave de ellos algún día y saborearlos como si no hubiera un mañana, chocando fuertemente tu mandíbula, grande y algo prominente, con un discreto progmatismo, contra la mía, pequeña y delicada, hasta quedarnos ambas sin aire.
En tu tierna, hermosa y peculiar sonrisa llena de vida, que puedo recrear mientras de noche contemplo la luna en sus fases de cuarto creciente y menguante. Esa noble sonrisa, sin ninguna malicia. También sensual cuando me cazas mirándote disimuladamente con deseo y me susurras al oído palabras cariñosas seguidas de un beso en la mejilla.
En tu piel de tonalidad lunar y de textura gruesa y áspera, muy blanquita y con mucha tendencia a ruborizarse a la mínima de cambio y con sus imperfecciones debidas al acné que para nada quitan lo hermosa que eres. La caliente temperatura natural de tu piel. Recuerdo las últimas noches, ya más ...