Un mal día (1 de 6)
Fecha: 01/12/2024,
Categorías:
Confesiones
Autor: SexNonVerba, Fuente: CuentoRelatos
... Ahora vas a ver la cogida que te pega este viejo meado. —replicó desafiante ante mi provocación.
Entonces me agarró del culo con ambas manos y me abrió como se abre una fruta madura. Sentí que los músculos de mi sexo y de mi ano se estiraban al límite, aunque no llegó a lastimarme. Sus penetraciones empezaron a ser cada vez más profundas. Mi mente se confundió entre la bronca y el placer. La terapia empezaba a hacer efecto sobre mí, pero no iba a concederle esa victoria. Entonces cerré los ojos con fuerza y me obligué a volver a mi sueño en plena conciencia. Expulsé a Emiliano del cuarto. No me costó nada. Ahora era el ingeniero Iriarte quien me montaba con rudeza, abriendo mis nalgas y penetrando mi sexo con rudeza. Comencé a gemir. El morbo de pensar que era el CEO de una multinacional el que me sometía a su antojo, activó algo en mí…
Emiliano se empoderó al percibir mi cambio de actitud.
—Ah, Ah… ¿Cuándo me vas a regalar… esa cola apretadita que tenés? —rogó en medio del embate. Siempre obsesionado con lo mismo.
—When your behavior better… ¡Ah…! I will consider it, Mr. —contesté en voz alta.
Le estaba respondiendo a Iriarte, no a Emiliano. Eso me provocó un cosquilleo eléctrico en el vientre que me hizo levantar levemente la cadera para facilitar y profundizar la penetración. Esto pareció tener un efecto catalizador en los ánimos de mi amante que empezó a acelerar las embestidas. Mi cuerpo sometido ya estaba a punto de explotar en un orgasmo liberador, ...
... pero justo en ese momento llegó un gruñido animal desde mis espaldas. Inmediatamente, aquello que había amanecido conmigo, dentro de mí, desapareció repentinamente. De golpe me sentí absolutamente vacía, hueca, anestesiada, inconclusa, sola… Los microtemblores que ya habían comenzado a recorrer mis piernas y presagiaban la intensidad del final, se cortaron en seco. El primer chorro caliente lo sentí a lo largo de toda mi columna vertebral. El segundo llegó aún más lejos, impactando sobre mi cabello y mi mejilla izquierda. El tercero, cuarto y quinto fueron perdiendo intensidad y ganando espesura. La mayor parte terminó sobre mis nalgas y mis orificios aun estirados por las manos opresivas de mi amante.
—Uff… qué polvo, nena… Cómo me gusta tu generación. —Y después agregó la más estúpida de las preguntas jamás formuladas—: ¿Te gustó?
—Of course, Mr.— Respondí con un suspiro desganado e insatisfecho que Emiliano nunca percibió o que confundió con agotamiento.
Sin moverme, entredormida y en la misma posición en la que me había despertado con su miembro caliente adentro, lo escuché reírse mientras abría la ducha.
A los 20 minutos, su voz desde la sala me deseaba suerte con la entrevista, también dijo algo sobre que le había calentado que le hablara en inglés. Justo después cerró la puerta del departamento. Sin mirar el reloj supe que eran las 6.30, como todas las mañanas desde que vivo con él, sale a la misma hora. Tenía treinta minutos más para descansar. No pensaba ...