1. Confesiones del pasado y de siempre


    Fecha: 02/01/2025, Categorías: Incesto Sexo con Maduras Voyerismo Autor: Veronicca, Fuente: SexoSinTabues30

    ... sentaba encima de él, se dedicaba a sobarme todo lo que quería, acariciándomelas y llegando hasta mi culo.
    
    —Eso nos lo hacen a todas cuando somos pequeñas —le dijo Carla.
    
    —Sí, ya estaba acostumbrada, pero estando en el coche, yo me movía inquieta, levantándome ligeramente para encontrar una posición más cómoda, lo que el aprovechó para mover hacia un lado la braguita que llevaba puesta y fue entonces cuando empecé a sentir directamente como su polla se rozaba con mi vagina de una forma continuada hasta provocar que yo me humedeciera toda sintiendo como si su pene quisiera entrar dentro de ella. Mi excitación iba en aumento, era una sensación que no había sentido hasta ese momento y en uno de esos movimientos que yo hacía, sentí que su polla se clavó entre mis piernas, haciéndome gritar ligeramente, pero no me escucharon por el ruido del coche y porque todos iban dormidos, excepto mi padre, que estaba concentrado en la conducción. Por primera vez sentí lo que era tener una polla en mi coño, como se movía en mi interior y como llegó a provocarme mi primer orgasmo acompañado con una soberbia corrida de mi tío que se derramó entre mis piernas, llenándolo todo de semen.
    
    —Qué atrevido era tú tío, Raquel. ¿Nadie se dio cuenta?
    
    —No, porque estaba todo oscuro, iban dormidos y no se enteraban de nada y cómo íbamos sentados justo detrás de mi padre, él no podía ver nada tampoco.
    
    —Pues me parece que esa no fue la única ocasión en que te la metió tu tío ¿no?
    
    —No, después ...
    ... de eso, siempre que nos veíamos en vacaciones, me buscaba para estar a solas conmigo y hacérmelo otra vez a escondidas de los demás, pero cuando me fui haciendo mayor, ya no dejaba que me lo hiciera y él no me molestó más.
    
    Luisa también nos comentó su caso:
    
    —Raquel, tu historia me recuerda a algo que vi una vez cuando volvía a casa en el autobús después de trabajar. Era a última hora de la tarde y siempre solía ir también un señor con una niña en los asientos de atrás. La llevaba sentada encima de él para dejar el otro asiento libre, aunque casi siempre estuviera vacío. Yo me fijé en él porque siempre tenía sus manos debajo del vestido de la niña, moviéndolas y acomodándola a ella a cada momento, ya que no paraba quieta y aprovechando que era menuda, podía moverla fácilmente. Esos movimientos me llamaron la atención porque estaba segura de que iba toqueteando a la cría debajo de la ropa, aunque no sé si se estaría atreviendo a más cosas porque el vestido lo tapaba todo, pero yo me fijaba en cómo ella iba poniendo caras de placer, dejándose hacer y demostrando que estaba a gusto con lo que le hacían.
    
    —Es que a veces muchos lo hacen sin querer, como distraídos. No pueden evitar tocarnos y acariciarnos si nos tienen cerca y nosotras nos dejamos.
    
    —No sé qué decirte, porque ahí delante de todos, para ponerte a sobar descaradamente a una cría, que cualquiera podría verle, tenía que tener mucha calentura. Además, en uno de esos viajes noté que no sólo yo me había fijado ...
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