Amor inesperado de una mujer casada 3 - Relatos Eróticos

Amor inesperado de una mujer casada 3

... era distinto al sábado anterior.

Dormí por la tarde un poco y estuve hablando con Javier, intentando disimular la culpabilidad de sentirme cada vez más alejada de él. El distanciamiento ahora no era solo en kilómetros, sino que era algo peor, era emocional. Al terminar la llamada me fui a la ducha y, a pesar de las ganas, no me masturbé. El viernes, después de hacer el amor, le había prometido a Carmen que si necesitaba masturbarme le avisaría y ella vendría a calmar mi necesidad. Hacía tanta solo unas horas se lo había pedido y había bajado a casa antes de comer para masturbarme.

- Gracias por avisarme, cariño – me decía mientras me masturbaba en el sofá.

- Me daba vergüenza pedírtelo – abrazada a ella, abría las piernas para que me calmara.

- Pídemelo siempre – sus dedos chapoteaban dentro de mi coño – Yo vendré a calmarte, cariño.

- Gracias – hundí mi cara en su cuello – Me voy a correr.

- Córrete mi niña – me decía al oído mientras aumentaba el ritmo de sus dedos dentro de mi – Me hace feliz darte placer.

Enseguida nos despedimos pues tenía que subir ya que había dejado la comida al fuego y Eduardo estaba en casa.

- Gracias – le dije en la puerta y la besé.

- A la noche nos vemos – me dijo con cara de alegría – Ponte muy guapa.

- Quieres que me ponga muy guapa?

- Si – salió de casa y me miró – Eduardo me dijo que te diera un beso de su parte.

- Dile que gracias – me dio reparo – Si quieres dale un beso de mi parte.

- Se lo ...

... daré.

La vi desaparecer al girar para subir las escaleras. En cuanto desapareció ya la eché de menos.

……

Sentada en la cama desnuda, miraba hacia el armario abierto. Carmen me había pedido que fuera muy guapa y no sabía que vestido ponerme. Vi uno rojo que solo me había puesto una vez porque a Javier no le gustaba lo atrevido que se veía. Cuando lo compré no fui muy consciente de lo escotado que era y al ser con la espalda descubierta tenia que llevarse sin sujetador. Me pregunté que pensarían Eduardo y Carmen si me vieran con él puesto. Decidí que lo llevaría al saber que era una ocasión perfecta al no tener que salir a la calle con él.

Al verme con él puesto, me di cuenta que ya no recordaba lo corto que era. Estaba muy guapa pero sobre todo sexy. Demasiado quizás para mí que no estaba acostumbrada a vestir tan provocativamente. Me puse unos zapatos rojos de tacón y pendientes a juego. Cómo no, me pinté los labios del mismo color.

Frente al espejo, ya preparada, me miré. Mis piernas se veían perfectas, mis pechos asomaban en aquel escote cruzado si me inclinaba un poco. Mis labios gruesos se veían muy carnosos y mis ojos brillaban.

A las diez salí de casa y me sentía muy nerviosa.

- Pero bueno… - me abrió Eduardo y al verme se quedó mirándome de arriba abajo – Estás preciosa.

- Gracias – le miré ruborizada – Tu también estás muy guapo.

Elegante como siempre, llevaba una camisa blanca que le quedaba perfecta y unos pantalones de pinzas marrones.

- Que tal ...