1. Una enfermera muy eficiente


    Fecha: 24/01/2025, Categorías: Confesiones Autor: El Manso Embravecido, Fuente: CuentoRelatos

    Hace trece años, a la edad de 37 años, tuve que ingresar en un hospital para ser operado de una hernia inguinal.
    
    Todo el personal sanitario fue muy atento conmigo, pero desde el primer día de mi ingreso noté que una enfermera ponía mucho interés en mí. Para ella había sido un flechazo, amor a primera vista. El hecho de enterarse de que yo tenía pareja, no le hizo desistir de su actitud insinuante. Los flirteos y tonteos hacia mi persona siguieron con todo descaro.
    
    La enfermera se llamaba Paula, tenía 29 años y era de aspecto muy interesante. Talla 1,60 m, de cuerpo delgado, con media melena color castaño hasta los hombros y usaba gafas de pasta que le daban un aire de empollona muy característico de algunas enfermeras (con el tiempo descubrí que se empollaba de todo).
    
    Cuando me traía la bandeja con el desayuno o el almuerzo siempre me decía frases como “Este guapetón que no pase hambre” y yo pensaba “Contigo en la cama seguro que no la pasaría”.
    
    Casi siempre se despedía de mí con un guiño o con una sonrisa picarona.
    
    Ya el primer día de estancia me había puesto tan cachondo con sus coqueteos y roneos que aquella misma noche me la tuve que cascar de lo lindo. Al no poder moverme de la cama me la limpié como pude con unos Kleenex y me quedé dormido muy relajado.
    
    Paula siempre hacía o el turno de mañanas o el de noches, así que, nunca coincidía con mi chica pues esta solía venir por las tardes a visitarme.
    
    El caso es que por la mañana irrumpe Paula en mi ...
    ... habitación para asearme y rasurarme la entrepierna ya que unas horas más tarde me llevarían a quirófano para la intervención.
    
    Me lava todo el cuerpo con mucha parsimonia y como recreándose con la vista, contemplando mi cuerpo desnudo bien trabajado a base de deporte.
    
    Cuando llega a mi entrepierna me coge el pene y me lo descapulla. Se da cuenta que por la noche me masturbé al ver restos de mi semen dentro del prepucio. Estaban cuajados ya. Paula me mira de soslayo con una media sonrisa y me dice:
    
    –Ya veo que ayer tuviste juerga. ¿Echas de menos a tu chica?
    
    –La verdad es que cuando me la pelé no pensé en ella, precisamente –le contesto, intentando tomar la delantera y ser más descarado que ella.
    
    –¿Y en quién pensabas entonces?
    
    –Espero que no te ofendas, pero mientras me la zurraba pensaba en ti.
    
    –Vaya, vaya –fue la escueta respuesta que me dio mientras con una esponja frotaba con fuerza mi glande y prepucio para dejarlos bien limpios de restos espermáticos y de orina. No pude evitar que el miembro se me pusiera morcillón.
    
    Después cogió una maquinilla de afeitar y comenzó a rasurarme el pubis y las ingles.
    
    También la pasó por el escroto y el pene. Este ya estaba más tieso que un mástil.
    
    Paula actuaba como quitándole importancia al asunto, pero la verdad es que no todos los pacientes reaccionan de esta manera. Ella era consciente de que mi verga estaba inhiesta por su actitud de tonteos y piropos descarados del último día. Se sentía responsable y la ...
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