Una enfermera muy eficiente
Fecha: 24/01/2025,
Categorías:
Confesiones
Autor: El Manso Embravecido, Fuente: CuentoRelatos
... enorgullecía. En ocasiones soltaba algún suspiro y gemido acalorados, mientras seguía rasurando la zona.
Se pasaba mi rabo de mano en mano al tiempo que cogía la maquinilla con la que le facilitaba mejor el rapado inguinal.
Una vez terminada la rapa, al ver en qué estado estaba mi miembro (todo empalmado y ya goteando incluso), me dijo:
–Y ahora, ¿qué hacemos con esto? ¿Vas a ir así al quirófano? Jajaja
Abrió un bote que contenía gel cicatrizante y me lo fue untando y repartiendo por pubis, ingles, testículos y polla. Me masajeaba con ímpetu. En el nabo se paraba más, agarrándolo por la base con las dos manos y soltándolo al llegar a la punta del capullo. Repitió esta operación varias veces. Me dejó todo el tronco del nabo bien empapado de aquella crema. Luego recogió los utensilios y se despidió con un “Buena suerte en la intervención, guapo”.
–¡Joder con la calientapollas! –pensé–. ¿Y ahora qué hago?
No podía masturbarme porque en un rato me llevarían al quirófano y tampoco era plan de llevar la polla llena de restos de semen. La única solución era distraer a la mente con temas que no tuvieran nada que ver con el sexo para que se me bajara el hinchazón.
Cuando me vinieron a buscar y me sacaron por el pasillo, todas las enfermeras me desearon suerte y Paula con una sonrisa socarrona y con mucha sorna me dijo:
–A ver si consiguen bajarte la hinchazón… de la hernia.
Yo pensé para mis adentros “Menuda faena me has hecho. Me las pagarás en cuanto ...
... vuelva”.
Volví, pero con tanta anestesia que se me pasó buena parte de la tarde sin enterarme de nada. Por la noche, ya más despejado, aproveché para machacarme la picha, aunque con cuidado para no dañar los puntos de sutura que me pusieron en la ingle. Pero era más mi ansia de procurarme algo de alivio en los huevos, descargando una buena lechada, que el dolor que pudiera provocarme en la ingle recién intervenida.
Por la mañana volvió a aparecer Paula, para depararme las labores higiénicas de rigor.
Otra vez me lava todo el cuerpo parándose con mucho esmero en la zona operada. Después vuelve a limpiarme los genitales. Observa que tengo restos de cuajada y me comenta que soy muy guarro, que parezco un mandril.
–Pensarías en mí, al menos, cuando te la sacudías, ¿no? –me suelta.
–Por supuesto. Sobre todo porque me dejaste con la miel en los labios y eso incrementó mi deseo en ti –le contesto.
Paula no hacía más que frotarme el capullo con unas toallitas para eliminar todo resto de lechada que pudiera haber. A continuación me untó esta vez un gel hidratante por el pubis, verga y cojones. A medida que me lo untaba me magreaba con energía la entrepierna. Volvió a conseguir ponérmela más tiesa que un bate de beisbol. Friega que te friega sobándome los huevos y la polla. De repente, acerca su cara a mi pubis y se zampa medio rabo. Me lo mastica como si quisiera saborearlo al máximo. Le pega unos buenos morreos al capullo. En eso que se escucha una voz en el pasillo que ...