1. Túnel dimensional, Mesopotamia


    Fecha: 24/01/2025, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... Acariciaba su cuerpo con suavidad, la piel fina era como de melocotón. Cuando llegué a su coñito estaba chorreando. Tenía dos dedos pringados de su jugo y, lasciva se los llevó a la boca. No me daba descanso se puso a chuparlos como si fueran una polla.
    
    Visto que si no me ponía firme me estaba comiendo el terreno. La tumbé sobre el lecho improvisado y separé sus torneados muslos. Me comí ese bollito hasta que le conseguí media docena de orgasmos. Le di la vuelta y le estuve lamiendo el culo hasta que se corrió otras seis veces. Parece que con eso se tranquilizó bastante.
    
    Pero así fue como conseguí mi mejor adepta. No se despegaba de mí ni siquiera cuando estaba follando con otras personas. Así despertó mi vena exhibicionista en aquel lejano pasado. Desde luego también solía participar.
    
    Pensando en que me iba a pasar una temporada entre neolíticos tuve que habilitar el templo como mi residencia habitual, lo que no fue un gran problema.
    
    Apenas con reordenar los enseres que ya había allí me hice con un sitio cómodo donde vivir los días que pasara en ese primitivo lugar. Las enormes estatuas no molestaban mucho. Alfombras finamente tejidas, sedas, linos, formaron un lecho cómodo donde poder follar con mis fieles.
    
    Fue Nadesh la que me presentó a otro de mis principales seguidores. Como todavía no había conseguido captar los matices más sutiles del arameo nunca llegué a saber si se trataba de su primo o hermanastro. Desde luego eran familia. Pero tenía muy claro ...
    ... que esos dos se llevaban demasiado bien incluso antes de mi llegada.
    
    Aakeem era un mozo que me sacaba a mi casi diez centímetros y yo era la más alta de por allí hasta que apareció él. Una impresionante colección de músculos rodeando unos huesos muy bien formados. No en vano era de la familia de Nadesh.
    
    Al principio se ofreció como guardaespaldas aunque por allí nadie parecía querer hacerme daño. Todos estaban muy impresionados con mi aparición entre luces y ruidos extraños como para pensar en otra cosa que adorarme. Aún así se pasó un par de días siguiéndome armado con un garrote capaz de disuadir a cualquiera con malas intenciones.
    
    Aakeem pronto pasó a ser más íntimo. Era evidente el deseo que se veía en sus ojos cada vez que me miraba. Nadesh no tenía celos sino que le divertía tener a su familiar pendiente hasta de mis más mínimos deseos.
    
    Ya me miraba con ojos de cordero degollado aún antes de acariciar su agraciado rostro. Solo tuve que recorrer su barbilla con la yema de los dedos para que viniera detrás de mí al fondo del templo. Ella nos seguía con una sonrisa lasciva dispuesta a librarse de su fina túnica a la primera provocación.
    
    Le había instruido bien. El chico estaba bien limpio. Puede que ella misma le hubiera lavado, fregado y untado sus duros músculos con aceite aromático. El taparrabos cayó sobre mis alfombras con un leve tirón.
    
    Aakeem estaba bien armado, lástima de la poblada mata de pelo negro que rodeaba la base y cubría los testículos. La ...
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