El Príncipe y la Periodista 14 - Placeres - Relatos Eróticos

El Príncipe y la Periodista 14 - Placeres

... valor de las joyas que llevo encima podría vivir tranquilamente el resto de mi vida.

Solo cuando veo en collar metálico alrededor de mi cuello me siento rara, y no puedo evitar llevar mis dedos y recorrerlo completamente, buscando alguna señal de que pueda abrirlo cuando quiera.

“Llévala a la sala principal del harem;” le ordena Lady Nabila a Rina. “Caleb vendrá en un rato para elegir las esclavas que le acompañarán en su visita a las minas.”

Miro extrañada a Lady Nabila no entendiendo sus palabras, es evidente que yo voy a ir con él, para eso ha organizado este viaje.

“Es una rutina que hace siempre que viaja al desierto, sería sospechoso que no lo hiciese;” me dice Rina enganchando una correa al collar para guiarme con ella.

Al llegar a la sala principal del harem, todas las esclavas están alineadas desnudas, algunas como Gabbie o Cleo no llevan ninguna joya, otras como Sandra y Berta apenas tienen espacio libre en su cuerpo.

Caleb llega diez minutos después, y sin decir nada comienza a inspeccionar a las esclavas, jugando con sus pezones y llevando los dedos a su coño. Me doy cuenta de que soy la última de la fila y de que me espera un largo tiempo viendo como Caleb juega con las otras esclavas.

Finalmente llega mi turno, sin decirme una palabra comienza a jugar con los adornos de mis pezones y el adorno de mi clítoris, masturbándome con sus dedos.

“No he tenido oportunidad de follarte desde que te incorporaste al harem;” me susurra Caleb. “Espero ...

... poder hacerlo durante esté viaje;” añade provocando que casi me corra.

Caleb se coloca en el medio de la sala, y al momento se le une Lady Nabila.

“Las esclavas que me acompañarán estos días en el desierto son Nahid y Ginger;” anuncia Caleb, provocando algunos suspiros de decepción por parte de las otras esclavas.

“¿Quieres escoger tu alguna esclava para que te atienda?” le pregunta Caleb a su hermana.

“Tengo mis propias esclavas en el campamento;” le responde. “Aunque si me gustaría disfrutar de Ginger en alguna ocasión.”

“Estaré encantado de dejar que juegues con ella;” señala Caleb. “Que sé vistan y acompañadlas a los coches.”

Cuando nos quedamos solas, Nahid me mira con evidente odio y curiosidad, centrando su mirada en el brazalete que me regaló su hermano, es evidente que se ha dado cuenta de que soy la mujer que estaba en la tienda aquella noche, aunque mi aspecto no sea al mismo.

Nos vestimos con las ropas del harem, aunque en un extraño color negro que no he visto a ninguna de las esclavas durante estos días, y dos de las esclavas nos llevan hasta las puertas del palacio, donde media docenas de jeeps militares están esperando.

“Poneros esto, las noches en el desierto son frías;” nos ordena Lady Nabila entregándonos unas túnicas largas con capucha, que Nahid y yo nos ponemos mientras ella se pone una similar pero bordada con extraños dibujos.

Las tres mujeres nos subimos en el jeep donde viaja de copiloto Caleb, y me quedo sin habla cuando el ...