Las refugiadas 3 - Piratas - Relatos Eróticos

Las refugiadas 3 - Piratas

... pago. Collar ofrenda a diosa.

—Vale. Me has convencido. Espérame junto al otro contenedor. —Se metió en el contendor donde hacían vida y tenían los trastos y se cambió de zapatos. Después de pensárselo cogió los de tacones metálicos con la mano.

El contenedor no estaba cerrado. Edwin había entrado, o eso parecía. Pero Minerva no se fiaba y llamó a Pedro.

—El negro quiere que me lo folle. Me ha dado un collar de oro y de ha metido en el contenedor que no usamos.

—Tienes mi permiso. Ya que no quieres follar conmigo disfruta del negro.

—Sabes que no me fío de Yao. Dijo que estaban limpios, pero me mintió en tantas cosas que no quiero pegarte nada.

—¿Y al negro? ¿O a los demás de la tripulación que también compartes con las chicas? ¿O a las chicas, que dicho sea de paso, yo sí me follo?

—Alfilla dice que a las chicas aún las protege su tratamiento. Así que ellas no te pueden pegar nada. Pero no me fío del negro.

—Déjale claro que tú no te irás con él, aunque te haya pagado. A menos que quieras, claro.

—No. No.

—Bien. Y deja el micrófono abierto que te oiga.

Minerva entró en el contendor. Edwin estaba desnudo, tumbado en medio del container. Una enrome verga del tamaño del antebrazo de la propia Minerva apoyaba sobre su abdomen solo semi erecto.

—Tu pisar y poner duro —dijo Edwin—.No necesitar comer. Solo con pies bastar. —Miro hacia ella—.No zapatos matar.

—Estos son los zapatos que matan. —Mostró lo que tenía en la mano y los dejó sobre ...

... la litera superior—. Y estos son los que dominan. —Le puso la punta del zapato en la boca—. Chupa y límpialo antes de pisarte.

El keniata sacó la lengua y la pasó por la suela. Cuando Minerva considero bastante puso su pie sobre el pecho y sujetándose en la litera se elevó sobre él. Puso el otro zapato en la boca. Lamió esta suela también. En ese momento entró Pedro. Cerró la puerta sigilosamente y se quedó contemplando la escena.

Acabó de lamer la suela y Minerva se posicionó sobre el pecho. Bajó un paso apoyándose en el abdomen. Pisó con un pie el extremo de la verga y apretó. Elevó el otro pie pillando el prepucio entre su zapato y el abdomen. Cambió de posición mirando hacia los pies de Edwin. Su talón quedaba sobre el frenillo. Levantó el otro pie. Se echó hacia atrás apoyando la mayor parte del pesó en el tacón. Edwin gritó. Ella apoyó el otro pie y se echó hacia delante.

—Por favor repite —pidió.

—Pídelo bien. Seguro que sabes —le ordenó Minerva a la ver que repetía la jugada pero apoyando el tacón sobre uno de los pezones—. Venga mierda de mono, dame el tratamiento adecuado.

—Por favor… Ama…Pisar mi polla nuevo con tacón.

Minerva se bajó. Tomó la funda de una almohada de la litera y la dobló sobre sí misma. Se acercó a su cabeza.

—Tanto músculo y tanta apariencia de duro y eres un mierda come coños al que le gusta que lo dominen las mujeres.

—Sí Ama.Gustar mucho que dominar mujeres fuertes.

—Cierra esa bocaza de mierda. En mi presencia solo ...