Al Servicio del Sultán 3 - Relatos Eróticos

Al Servicio del Sultán 3

... sobre lo que evidentemente le preocupaba, ahora lo hago.

“¿Cuándo?” le pregunto sabiendo claramente lo que significa todo lo que tengo ante mi vista.

“Muy pronto, los templarios no dejan de atacar caravanas y la tregua con el Rey Balduino no tardará en romperse, en cuanto eso suceda y Saladino reúna a todas las tropas, atacará Jerusalén y esta vez no se detendrá hasta recuperarlo;” me responde Hafel. “Espera reunir cerca de trescientos mil soldados.”

Miro a mi alrededor, cientos sino miles de tiendas se alzan delante de las murallas de la ciudad con decenas de miles de soldados. Al girarme hacia atrás veo a Jimena llorando y me acerco a ella, y como hice cuando entrabamos a Alejandría la primera vez, la cojo en brazos y la monto en mi caballo apretándola contra mi pecho.

Podemos venir de una tierra en continuas guerras desde hace casi quinientos años, pero en los últimos años todo se ha reducido a pequeños enfrentamientos con unos miles de hombres por bando, no creo que ni entre los cinco reinos cristianos de la península pudiesen acercarse ni a la mitad de los trescientos mil hombres que acaba de decir Hafel.

Yaritza está igual de asustada que Jimena, aunque aguanta las lágrimas, Zeiga también está algo asustada, y mira a Hafel con evidente gesto de enfado por no habernos contado esto. Solo Merary, acostumbrada a continuas luchas en la selva por los recursos y las tierras permanece tranquila, aunque abrumada por el número de soldados.

“Si no os dije nada ...

... en el palacio de Moussa fue para que el viaje fuese tranquilo;” nos comenta Hafel a modo de disculpa. “Tu padre se unirá a nosotros en un par de semanas junto a todas sus tropas;” añade dirigiéndose a Zeiga.

3 de Diciembre del año 1183 / 15 de Sha’Bân del año 579

Todavía no he visto a Saladino desde mi regreso a Alejandría, y en ese tiempo apenas he visto a Hafel un par de veces,

Aunque Hafel nos recomendó que no saliésemos de nuestro pequeño palacete y no paseásemos por la ciudad, no le hemos hecho el menor caso y prácticamente todos los días salimos a recorrer las calles de Alejandría y a disfrutar de todo lo que puede ofrecernos la milenaria ciudad a pesar de lo que sucede a sus puertas.

Saladino no deja que los soldados que se están congregando a las puertas de la ciudad entren dentro, lo que ha provocado que junto al campamento se esté levantando una pequeña ciudad llena de gente venida de todas partes para intentar hacer negocios, sobre todo prostitutas deseosas de atender a los soldados en sus días ociosos.

Una de las primeras cosas que hicimos a nuestro regreso fue visitar la tumba del Embajador don Rodrigo, Jimena quería contarle a su padre las noticias sobre su embarazo. Al llegar a la pequeña iglesia nos damos cuenta de que esta vigilada por varios soldados, como si tuviesen miedo a que fuesen atacadas.

Mientras observo a Jimena arrodillada sobre la tumba de su padre, no puedo evitar recordar la conversación que la última noche de viaje tuve con ...